/ domingo 28 de julio de 2024

¿El dinero compra la felicidad?

Sí, por lo menos en un principio.

A principios de la década de los 70s del siglo pasado los economistas, de manera más formal, empezaron a estudiar la felicidad como un tema económico. Dando, paso a paso, forma a una rama de la ciencia económica llamada “economía de la felicidad”.

Para 1974 el economista norteamericano Richard Easterlin, escribió un artículo llamado: “¿El crecimiento económico mejora el nivel de vida?”, texto en el cual explica lo que es conocido como la paradoja de Easterlin, la cual relaciona el ingreso de los individuos con su propia felicidad.

De forma empírica Easterlin, quien es profesor emérito de la Universidad del Sur de California, observó que los habitantes de los países con mayores ingresos monetarios no son lo más felices, así como tampoco aquellos quienes habitan en las economías con menores ingresos son los menos felices. Es decir que el aumento de la felicidad no está directamente relacionado con el incremento, a partir de cierto nivel, de los ingresos.

Mientras el ingreso de los individuos va creciendo, la felicidad lo hace también, incluso con mayor fuerza, sin embargo, cuando se empiezan a satisfacer las necesidades, la felicidad que genera el aumento del ingreso pierde intensidad, hasta el punto en el cual la felicidad no tiene relación con el ingreso económico.

Pero es importante señalar, incluso subrayar, que el mismo análisis sostiene que en cualquier economía o país, las personas con mayores ingresos son más felices que las que obtiene un menor ingreso.

Estudios realizados por la universidad de Warmick, en el Reino Unido, han dado como resultado que la población al alcanzar un ingreso de 26,600 euros (casi 600 mil pesos) de manera anual, inicia un declive en la felicidad. Y es aquí en donde una vez más la psicología y la economía se entrelazan, pues cuando pudiéramos pensar que cuando hay más dinero en una economía, la felicidad debería de aumentar; sucede lo contrario, ya que las expectativas de consumo aumentan también, ocasionando la infelicidad pues los individuos empiezan a buscar expectativas de vida más altas.

Pues pareciera que el dinero al principio compra la felicidad y después, por paradójico que parezca, cuanto más dinero se tiene empieza a comprar la infelicidad.

No se preocupe si Usted empieza a sentirse infeliz por el aumento en sus ingresos, sólo avíseme y con gusto le envio mi número de cuenta para que realice alguna transferencia.

Sí, por lo menos en un principio.

A principios de la década de los 70s del siglo pasado los economistas, de manera más formal, empezaron a estudiar la felicidad como un tema económico. Dando, paso a paso, forma a una rama de la ciencia económica llamada “economía de la felicidad”.

Para 1974 el economista norteamericano Richard Easterlin, escribió un artículo llamado: “¿El crecimiento económico mejora el nivel de vida?”, texto en el cual explica lo que es conocido como la paradoja de Easterlin, la cual relaciona el ingreso de los individuos con su propia felicidad.

De forma empírica Easterlin, quien es profesor emérito de la Universidad del Sur de California, observó que los habitantes de los países con mayores ingresos monetarios no son lo más felices, así como tampoco aquellos quienes habitan en las economías con menores ingresos son los menos felices. Es decir que el aumento de la felicidad no está directamente relacionado con el incremento, a partir de cierto nivel, de los ingresos.

Mientras el ingreso de los individuos va creciendo, la felicidad lo hace también, incluso con mayor fuerza, sin embargo, cuando se empiezan a satisfacer las necesidades, la felicidad que genera el aumento del ingreso pierde intensidad, hasta el punto en el cual la felicidad no tiene relación con el ingreso económico.

Pero es importante señalar, incluso subrayar, que el mismo análisis sostiene que en cualquier economía o país, las personas con mayores ingresos son más felices que las que obtiene un menor ingreso.

Estudios realizados por la universidad de Warmick, en el Reino Unido, han dado como resultado que la población al alcanzar un ingreso de 26,600 euros (casi 600 mil pesos) de manera anual, inicia un declive en la felicidad. Y es aquí en donde una vez más la psicología y la economía se entrelazan, pues cuando pudiéramos pensar que cuando hay más dinero en una economía, la felicidad debería de aumentar; sucede lo contrario, ya que las expectativas de consumo aumentan también, ocasionando la infelicidad pues los individuos empiezan a buscar expectativas de vida más altas.

Pues pareciera que el dinero al principio compra la felicidad y después, por paradójico que parezca, cuanto más dinero se tiene empieza a comprar la infelicidad.

No se preocupe si Usted empieza a sentirse infeliz por el aumento en sus ingresos, sólo avíseme y con gusto le envio mi número de cuenta para que realice alguna transferencia.