/ martes 27 de agosto de 2024

Familia, educación y responsabilidad social

La familia es el primer factor de observación que tenemos las personas, ella se convierte en la primera escuela de enseñanza y crecimiento humano; es el vínculo que tienen los seres humanos que hace posible el proceso formador y socializador, este último es el proceso a través del cual el ser humano obtiene la cultura, interioriza las reglas, se adapta a la sociedad y entiende su dinámica.

El valor de la familia no solamente radica en los encuentros cotidianos que se gestan en su seno, así como los momentos de alegría y resolución de problemas diarios, el valor nace y crece cuando la familia misma es capaz de motivar, fomentar y generar espacios de formación cívica y valores morales y éticos.

Es por eso que la tarea de educación y formación de los hijos descansa primeramente en los padres, y, por consiguiente, el Estado y las instituciones educativas juegan un papel subsidiario hacia la familia. Por este motivo, cualquier tipo de educación alejada de los padres puede carecer de sustento cívico y moral.

No obstante, los nuevos ambientes sociales y culturales plantean retos a la familia; algunas veces dichos contextos solo benefician logros de tipo material y económico, dejando de lado la convivencia con todos los integrantes de la familia, por ejemplo; hoy en día es raro que todos coincidan a la hora de comer. Cada miembro se hace cargo de sus problemas, sin compartirlos con quién debería ser su red de apoyo.

Cada vez hay menos comunicación en las familias, generando consecuencias negativas en las relaciones familiares internas. También las largas jornadas de trabajo de los padres, la ausencia en el hogar por motivos laborales, son factores que la gran mayoría de las veces empobrecen las relaciones familiares, genera incertidumbre y un descontrol en el seno familiar.

Es necesario que no olvidemos que en la familia es donde se adquieren nuestros primeros hábitos, costumbres, cultura, tradiciones y el aprender a vivir junto a otros, es decir, habilidades sociales. De esta manera, es como la familia difunde y saca a la luz la intrínseca naturaleza racional de la experiencia humana.

Por otro lado, la educación es un fuerte vínculo que sirve para desarrollar y fomentar en los hijos un compromiso con la responsabilidad social y buenas actitudes con la naturaleza, su entorno y valores morales, claro, siempre y cuando se fomente esto desde el hogar.

Como se puede observar, la familia es un pilar importante en la formación ciudadana, por esta razón, debemos de cuidar y fortalecer la convivencia social como una política socio educativa moral y buenas costumbres.

Los padres de familia debemos estar conscientes de que la sociedad es muy cambiante, esto hace necesario que salgamos de nuestra zona de confort a combatir a la grave enfermedad denominada indiferencia.

Hoy en día tenemos problemas familiares, personales y educativos que antes no se tenían, si nos fijamos en cómo fuimos educados nosotros y cómo estamos educando a nuestros hijos veremos una gran diferencia, así que, es tiempo de adaptarnos a las nuevas necesidades de las generaciones actuales, sin dejar de lado los valores y el tiempo de calidad con ellos para que puedan convertirse en seres humanos de bien, comprometidos con su entorno, capaces de ayudar a los otros, y sobre todo, mentalmente sanos para enfrentarse a este mundo tan cambiante.

La familia es el primer factor de observación que tenemos las personas, ella se convierte en la primera escuela de enseñanza y crecimiento humano; es el vínculo que tienen los seres humanos que hace posible el proceso formador y socializador, este último es el proceso a través del cual el ser humano obtiene la cultura, interioriza las reglas, se adapta a la sociedad y entiende su dinámica.

El valor de la familia no solamente radica en los encuentros cotidianos que se gestan en su seno, así como los momentos de alegría y resolución de problemas diarios, el valor nace y crece cuando la familia misma es capaz de motivar, fomentar y generar espacios de formación cívica y valores morales y éticos.

Es por eso que la tarea de educación y formación de los hijos descansa primeramente en los padres, y, por consiguiente, el Estado y las instituciones educativas juegan un papel subsidiario hacia la familia. Por este motivo, cualquier tipo de educación alejada de los padres puede carecer de sustento cívico y moral.

No obstante, los nuevos ambientes sociales y culturales plantean retos a la familia; algunas veces dichos contextos solo benefician logros de tipo material y económico, dejando de lado la convivencia con todos los integrantes de la familia, por ejemplo; hoy en día es raro que todos coincidan a la hora de comer. Cada miembro se hace cargo de sus problemas, sin compartirlos con quién debería ser su red de apoyo.

Cada vez hay menos comunicación en las familias, generando consecuencias negativas en las relaciones familiares internas. También las largas jornadas de trabajo de los padres, la ausencia en el hogar por motivos laborales, son factores que la gran mayoría de las veces empobrecen las relaciones familiares, genera incertidumbre y un descontrol en el seno familiar.

Es necesario que no olvidemos que en la familia es donde se adquieren nuestros primeros hábitos, costumbres, cultura, tradiciones y el aprender a vivir junto a otros, es decir, habilidades sociales. De esta manera, es como la familia difunde y saca a la luz la intrínseca naturaleza racional de la experiencia humana.

Por otro lado, la educación es un fuerte vínculo que sirve para desarrollar y fomentar en los hijos un compromiso con la responsabilidad social y buenas actitudes con la naturaleza, su entorno y valores morales, claro, siempre y cuando se fomente esto desde el hogar.

Como se puede observar, la familia es un pilar importante en la formación ciudadana, por esta razón, debemos de cuidar y fortalecer la convivencia social como una política socio educativa moral y buenas costumbres.

Los padres de familia debemos estar conscientes de que la sociedad es muy cambiante, esto hace necesario que salgamos de nuestra zona de confort a combatir a la grave enfermedad denominada indiferencia.

Hoy en día tenemos problemas familiares, personales y educativos que antes no se tenían, si nos fijamos en cómo fuimos educados nosotros y cómo estamos educando a nuestros hijos veremos una gran diferencia, así que, es tiempo de adaptarnos a las nuevas necesidades de las generaciones actuales, sin dejar de lado los valores y el tiempo de calidad con ellos para que puedan convertirse en seres humanos de bien, comprometidos con su entorno, capaces de ayudar a los otros, y sobre todo, mentalmente sanos para enfrentarse a este mundo tan cambiante.