Cuando hablamos de política editorial de un medio de comunicación, reflejo de la posición ideológica de éste, nos referimos al conjunto de valores y criterios que convergen en la redacción de un diario para hacer frente a los temas actuales, ceñido en todo momento a principios básicos tales como veracidad, precisión, equilibrio, rectitud y ponderación.
Contribuyen a definir dicha política editorial la jerarquización de la noticia, el ángulo, el punto de vista y el tono que se elige para presentar la información a las audiencias, todo con el propósito de dar voz a la pluralidad existente en nuestro país.
La línea editorial permite, entre otras cosas, que se aborden los temas con ética periodística, y que los trabajadores de un medio de comunicación conozcan y respeten los derechos de las audiencias, algo que es importante si queremos evitar que, en nombre de la libertad de expresión, se atropelle la dignidad de las personas.
Cada medio de comunicación establece la política editorial mediante acciones de autorregulación, que no es otra cosa que un equilibrio entre responsabilidad y libertad informativa. Esto evita que el Estado caiga en la tentación de regular las actividades periodísticas de las casas editoriales, lo que constituiría un grave retroceso en materia de libertad de expresión y derecho a la información.
La importancia de las políticas editoriales es del conocimiento de todos y cada uno de los medios de comunicación, así como de los hombres y mujeres que ejercen el periodismo en redes sociales, medios digitales, redacciones de diarios, revistas, radioemisoras o canales de televisión. También es del conocimiento de la sociedad en general. La expectativa permanente de ésta es ser informada en todo tiempo de manera veraz y oportuna, sin que de parte de los medios de comunicación exista el propósito de deformar, falsear, alterar o tergiversar la información.
Sin embargo, para nadie es un secreto que existen líneas editoriales que se ciñen a criterios políticos, económicos e ideológicos, así como a determinadas corrientes de pensamiento, lo que resulta altamente lesivo para la libre expresión, una conquista irrenunciable que forma parte de nuestra democracia, motivo por el cual debe ser preservada y defendida de todo y por todos.
Este tipo de criterios han ocasionado que algunos sectores de la sociedad tengan el concepto redilecciones, simpatías y afectos.
Soy un convencido de que no sólo el Estado puede coartar la libertad de prensa y el derecho a la información de las personas, sino también los que trabajamos al amparo de dicha libertad, por lo que conviene estar siempre alertas y no olvidar que la libre expresión debe estar no al servicio de los intereses políticos y de poder de los llamados grupos fácticos, sino del bienestar social y del interés público.
Para el logro de esto último, los medios de comunicación necesitan políticas editoriales sólidas, que sean capaces de autorregular su quehacer periodístico, con el interés de que la autorregulación antes mencionada les permita crear contenidos de calidad con base en los lineamientos éticos.
Los medios digitales, cuya aparición ha venido a revolucionar la forma de comunicar los acontecimientos, requieren también de políticas editoriales. La ética periodística debe estar presente en los medios digitales fuertes, así como en aquellos que empiezan a abrirse camino en el fascinante mundo de la información.
Esto permitirá que los medios no cedan a la presión de la inmediatez que existe en redes sociales, lo que lleva a muchos a publicar informaciones fuera de contexto queriendo ganarle a los demás medios. Tengamos presente siempre que una historia que se cuenta a la ligera puede ser altamente peligrosa, pues, en vez de informar, destruye.