/ martes 25 de junio de 2024

La mentira en la política

El Diccionario de la Real Academia Española define el término mentira de la siguiente manera: Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.

Las personas que mienten buscan que quienes los escuchen den por ciertas sus expresiones, a pesar de saber que están faltando a la verdad, algo que no todos los interlocutores pueden advertir en el momento.

Esta situación no es privativa de nuestro tiempo ni de nuestro querido México. Desde tiempos ancestrales la mentira ha hecho acto de presencia en todos los ámbitos de la vida, principalmente en el entorno político.

Los políticos de cualquier país del mundo siempre le han mentido a la gente, pero ahora más que nunca. No hay ni siquiera uno que pueda decir: “yo nunca he recurrido a la mentira”. Por supuesto que en política hay de mentiras a mentiras.

Respecto al tema, el extinto filósofo francés, Alexandre Koyré, dijo: “nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de una manera tan descarada, sistemática y constante”.

En la campaña electoral que terminó recientemente, fuimos testigos de la forma en que la clase política le mintió al pueblo de México. Xóchitl, Alito y Marko Cortés no han sido los únicos que mienten en política, pero sí los que más lo han hecho en los últimos meses: La noche del pasado 2 de junio salieron a mentir sobre los resultados de los comicios que se celebraron ese día en todo México. Ellos sabían perfectamente bien que, al término de la jornada electoral, los números no le favorecían a la coalición Fuerza y Corazón Por México, y sin embargo salieron a declarar que lo habían ganado prácticamente todo.

Respecto a Xóchitl Gálvez, Fabrizio Mejía Madrid, escritor y analista político, escribió en una de sus columnas para SinEmbargo: “Detecté 45 mentiras suyas en el segundo debate. Es decir, mintió cada dos minutos”.

Robert Fishman, profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, señala que “los que más mienten son los corruptos para intentar tapar sus actos…”. Con esta afirmación, el profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, deja en claro que existe una lamentable conexión entre mentira y política, todo en agravio de la ciudadanía.

El problema es que muchos políticos mienten y al día siguiente salen a justificar con desparpajo ante los medios de comunicación sus embustes, demostrando que la mentira es para tales personas su “modus vivendi”.

Quiero señalar que el ámbito político no es el único en el que se falta a la verdad cotidianamente. Los periodistas también lo hacen con frecuencia, soslayando su compromiso con la verdad. Los llamados profesionales de la información mienten muchas veces para desprestigiar, a pesar de saber que no es verdad lo que dicen de las personas que son blanco de sus ataques.

Mintieron con la campaña AMLO “narcopresidente”, diciéndolo públicamente y en programas de noticias de gran cobertura.

Por algo esta noble profesión, que nació no para desinformar sino para informar, vive desde hace tiempo su peor crisis de credibilidad, lo que afecta tanto a los periodistas que desinforman como a las personas que son desinformadas.

El Diccionario de la Real Academia Española define el término mentira de la siguiente manera: Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.

Las personas que mienten buscan que quienes los escuchen den por ciertas sus expresiones, a pesar de saber que están faltando a la verdad, algo que no todos los interlocutores pueden advertir en el momento.

Esta situación no es privativa de nuestro tiempo ni de nuestro querido México. Desde tiempos ancestrales la mentira ha hecho acto de presencia en todos los ámbitos de la vida, principalmente en el entorno político.

Los políticos de cualquier país del mundo siempre le han mentido a la gente, pero ahora más que nunca. No hay ni siquiera uno que pueda decir: “yo nunca he recurrido a la mentira”. Por supuesto que en política hay de mentiras a mentiras.

Respecto al tema, el extinto filósofo francés, Alexandre Koyré, dijo: “nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de una manera tan descarada, sistemática y constante”.

En la campaña electoral que terminó recientemente, fuimos testigos de la forma en que la clase política le mintió al pueblo de México. Xóchitl, Alito y Marko Cortés no han sido los únicos que mienten en política, pero sí los que más lo han hecho en los últimos meses: La noche del pasado 2 de junio salieron a mentir sobre los resultados de los comicios que se celebraron ese día en todo México. Ellos sabían perfectamente bien que, al término de la jornada electoral, los números no le favorecían a la coalición Fuerza y Corazón Por México, y sin embargo salieron a declarar que lo habían ganado prácticamente todo.

Respecto a Xóchitl Gálvez, Fabrizio Mejía Madrid, escritor y analista político, escribió en una de sus columnas para SinEmbargo: “Detecté 45 mentiras suyas en el segundo debate. Es decir, mintió cada dos minutos”.

Robert Fishman, profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, señala que “los que más mienten son los corruptos para intentar tapar sus actos…”. Con esta afirmación, el profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, deja en claro que existe una lamentable conexión entre mentira y política, todo en agravio de la ciudadanía.

El problema es que muchos políticos mienten y al día siguiente salen a justificar con desparpajo ante los medios de comunicación sus embustes, demostrando que la mentira es para tales personas su “modus vivendi”.

Quiero señalar que el ámbito político no es el único en el que se falta a la verdad cotidianamente. Los periodistas también lo hacen con frecuencia, soslayando su compromiso con la verdad. Los llamados profesionales de la información mienten muchas veces para desprestigiar, a pesar de saber que no es verdad lo que dicen de las personas que son blanco de sus ataques.

Mintieron con la campaña AMLO “narcopresidente”, diciéndolo públicamente y en programas de noticias de gran cobertura.

Por algo esta noble profesión, que nació no para desinformar sino para informar, vive desde hace tiempo su peor crisis de credibilidad, lo que afecta tanto a los periodistas que desinforman como a las personas que son desinformadas.