El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos nos obliga a reflexionar hacia donde va el mundo. Ser radical está de moda, en gran parte del planeta el electorado está votando por los candidatos que se muestran intransigentes, duros e incluso paternalistas.
No importa si se pierden libertades siempre y cuando el presidente me dé un apoyo económico, me brinde seguridad y también se comprometa a generar trabajos mejor pagados. En México hace 6 años apostamos por un discurso radical y apenas en junio la mayoría de la población ratificó su voto a este sistema político.
En Argentina tenemos a Javier Milei, en Salvador a Nayib Bukele. Incluso Europa ha votado por personajes radicales, no importa si es de derecha o izquierda el común denominador es que son personas que prometen llevar a cabo políticas públicas extremas.
Si revisamos las plataformas políticas veremos que no hay muchas deferencias entre lo que propone un Trump y la 4T o Milei en Argentina. Por el contrario, si hay muchas similitudes como las siguientes:
Un posicionamiento radical de control sobre la población, vigilancia, definición de normas morales, de querer cooptar todos los espacios de desarrollo y de convivencia de los individuos en sociedad.
Además, estos gobiernos se caracterizan por ser muy restrictivos respecto de la libertad de pensamiento, de religión y muy protectores del progreso económico, de la libertad de mercado, de la propiedad privada, muy incómodos con los derechos sociales, con las subvenciones, con mecanismos que busquen equilibrar y dar equidad a las sociedades, un apoyo a los que tengan menores recursos, principalmente
Los políticos progresistas no están conectando con el electorado. Sino como entender que muchos latinos e incluso personas de la comunidad LGBT votaron por Donal Trump. Al darse estos resultados muchos ciudadanos se preguntan qué está pasando. No hemos comprendido que la realidad de ciudades progresistas de Estados Unidos como Nueva York es muy diferente al área rural de Estados Unidos.
En México la realidad del norte es muy diferente a la del sur y los políticos progresistas han sido incapaces de conectar con el electorado, mientras que nosotros como sociedad no vemos más allá de nuestro entorno y cada vez somos menos empáticos con los que menos tienen.