En los últimos años se ha popularizado hablar sobre el reconocimiento y conciencia de las emociones en el ámbito educativo. Hoy en día es necesario que los maestros tengamos habilidades emocionales consolidadas para que los estudiantes aprendan y puedan desarrollarlas a través de la transmisión y conexión que brinda el docente en clase.
Los alumnos y docentes pasan gran parte de su vida en las instituciones educativas, de ahí que las escuelas sean consideradas como espacios privilegiados para el crecimiento emocional y social, y los maestros tomemos el rol de agentes activos del desarrollo afectivo.
Los docentes representamos para nuestros alumnos una figura que tiene conocimientos, experiencia de vida y la forma correcta de ver y actuar frente a la vida, así que debemos de estar motivados y capacitados emocionalmente para apoyar a nuestros estudiantes a desarrollar sus propias habilidades emocionales, pues somos ejemplo para ellos.
Siguiendo el trabajo del pedagogo brasileño Paulo Freire acerca de las cualidades que debe de poseer quien pretende enseñar, coincidimos la Dra. Nayeli Díaz, la Lic. Karina Medina y su servidor en la indispensable capacitación de los maestros, la planificación de sus materias, la disposición de escuchar y orientar a los alumnos, desarrollar actividades extracurriculares y fomentar la educación integral con el objetivo de fortalecer los procesos de enseñanza aprendizaje de forma humanística.
Para fortificar la confianza con los alumnos, el maestro necesita utilizar en su comunicación los valores éticos y morales, reconocer sus logros y fomentar el trabajo en equipo, transmitir el amor y la pasión por educar, valorar sus logros y demostrarles que no están solos en su proceso formativo.
La tolerancia es otro valor fundamental para motivar a los estudiantes para que se acerquen a dialogar con el objetivo de que pierdan el miedo a participar, hacer que sus preguntas, propuestas y participaciones en clase sean respetadas y con ello evitar las injusticias y el bullying.
Algo sumamente importante es que como docentes debemos de tener la capacidad de controlar nuestras emociones e impulsos actuando de forma tranquila, ecuánime y segura dentro y fuera del salón de clases para generar un buen ambiente de aprendizaje, pues ya quedó atrás la época en la que el alumno iba con miedo a la escuela, donde tenía temor de decir lo que piensa o incluso de tener algún castigo físico. Nuestras generaciones actuales requieren otro tipo de enseñanza, no es posible educar como nosotros fuimos educados, y no solo en la escuela, cuántas veces escuchamos a nuestros padres decir “no llores”, reprimiendo nuestras emociones, canalizándolas mal y explotando, generalmente, en ira por contención.
Hablar de emociones parece muy sencillo, pero poner en práctica los consejos de los expertos es sumamente complicado, implica el compromiso personal de deconstruir las formas en las que fuimos educados. Para poder actuar y transmitir a los estudiantes, el docente debe de estar sano emocionalmente.
Si logramos poner en practica nuestras actividades al servicio de la educación, desde la sensibilidad, comprensión y empatía hacia el otro, nuestro papel como maestros capacitadores para educar emocionalmente, se cumplirá con el objetivo de ir más allá de la educación tradicional.