¿De dónde salió el rumor de que Claudia Sheinbaum quiere cerrar las iglesias, concretamente la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México? Existen varias versiones, pero ninguna de ellas merece mi atención ni que le dedique ningún párrafo en este espacio de opinión.
La verdad no vale la pena ocuparse de los autores de publicaciones que forman parte de la guerra sucia de desinformación que se está dando en la actual campaña electoral para afectar las aspiraciones de la candidata que, según la mayoría de las encuestas, se mantiene a la cabeza en la carrera por la presidencia en México.
Me ocuparé brevemente de lo que dijo Sheinbaum sobre este tema, recordando antes de tomar las declaraciones de la candidata de la coalición Juntos Haremos Historia, que ella siempre ha sido respetuosa de los principios constitucionales de laicidad y separación del Estado y las Iglesias, así como de la libertad de cultos. Los habitantes de la Ciudad de México lo saben muy bien.
“No crean en las noticias falsas, no cerraremos la Basílica de Guadalupe, ni ninguna otra iglesia. Vamos a respetar todas las religiones como está establecido en la Constitución”, aseguró este 7 de mayo la abanderada de Morena, al tiempo de calificar “la información” como absurda.
Claudia conoce la historia de México y sabe que siempre ha habido personas y grupos que desinforman a la ciudadanía con el propósito de sacar raja política a través del discurso persuasivo del miedo.
Esto dijo el pasado 5 de marzo el presidente Andrés Manuel López Obrador, al referirse a este tipo de manipulaciones en el actual proceso electoral: hay quienes “quieren sacar raja con algún tema y buscan generar miedo, temor…”.
Y recurro a la historia porque en el tiempo de la Cristiada (1926-1929), cuando no había redes sociales capaces de hacer viral una información inventada, se hizo creer a los miembros de la Iglesia católica que el gobierno de Plutarco Elías Calles ordenó el cierre de templos en todo el país, esto como medida de presión contra los miembros del clero que incumplían los artículos 3º, 5º, 24, 27 y 130 de nuestra Carta Magna, calificados en más de una ocasión como injustos por la alta jerarquía católica.
Lo cierto es que debido a la situación que prevalecía por el conflicto religioso de la Época, el Episcopado decidió suspender el culto tras la entrada en vigor de la llamada Ley Calles, expedida el 14 de junio de 1926. Sin embargo, desde ese día nadie pudo quitar de la mente de millones de mexicanos que el gobierno callista fue el que cerró los templos en detrimento de la libertad religiosa de millones de católicos.
Quiero concluir señalando que el Estado laico no es antirreligioso, ni ha estado nunca en contra de alguna religión en particular. Su función es garantizar la libertad de conciencia, garantizando con ello la diversidad de creencias religiosas.
X: @armayacastro