Noticias de El Sol de La Laguna
El nombre de Porfirio Díaz es considerado en la historia mexicana como un personaje que genera mucho ruido, tanto para bien como para mal y en 1906 el mandatario decidió reclamar para el país un territorio que se encontró a más de mil kilómetros de las costas de Michoacán, en el Océano Pacífico, una pequeña isla a la cual mandí a varios ciudadanos a colonizar el territorio.
A pesar de lo paradisíaca que resultar la primera imagen mental sobre la isla, la realidad es que carece de vegetación y el agua dulce de la laguna en su interior no es potable. Tratándose del hogar de miles de aves y con un arrecife coralino al fondo, el recurso natural más valioso que produce es el guano (sustrato utilizado como fertilizante en el siglo anterior) y las tormentas que recibe cada temporada de huracanes le hacen un entorno hostil para el ser humano.
En 1906, Porfirio Díaz decidió enviar un destacamento a la isla para manifestar la posesión mexicana en caso de cualquier reclamo. Para cumplir con el cometido, el dictador creó un nuevo cargo público: gobernador de la Isla Clipperton, mismo que fue asignado a Ramón Arnaud Vignon, un militar de 28 años tristemente célebre –y bien considerado por Díaz y los suyos– por participar en la guerra de baja intensidad contra los mayas en el sureste del país.
Ramón Arnaud y el resto de sus hombres afianzaron una población de cerca de un centenar de personas en la isla ante el constante asedio inglés y los intereses franceses. El gobierno ordenó construir infraestructura habitacional, además de un muelle, que se sumaron a los resquicios de edificios industriales que pertenecían a distintas compañías que habían explotado el guano de la isla con anterioridad y regresaban esporádicamente.
Debido a las características propias de la isla, conseguir el sustento para los habitantes de Clipperton era imposible sin las provisiones de tierra firme. De forma periódica, navíos que partían de Acapulco llevaban alimentos, agua potable y lo necesario mantener en pie la posesión nacional de la isla.
No obstante, el panorama habría de cambiar drásticamente en los años siguientes: en 1910 tras el estallido de la Revolución, la incipiente población de isla Clipperton fue olvidada por el régimen que vivía sus últimos meses en el poder. Sin comprender a cabalidad lo que ocurría en tierra firme, Ramón Arnaud comenzó a racionar los bienes después de meses sin recibir provisiones.
La situación se tornó dramática conforme ningún navío aparecía en el horizonte. Cuatro años después, un huracán azotó la isla y gran parte de la infraestructura de Clipperton, además de que trajo consigo a un grupo de doce náufragos que sumaron a agotar rápidamente las disminuidas provisiones de la isla.
La deficiente alimentación provocó que gran parte de los habitantes enfermaran de escorbuto, que causó las primeras víctimas mortales. La desesperación provocó conflictos y poco a poco, la población en la isla se redujo a una veintena de personas, entre ellos Ramón Arnaud y su familia.
El final de Arnaud llegó el 5 de octubre de 1916, cuando presa de la desesperación, se lanzó al mar en un bote detrás de un barco que supuestamente había sido avistado por el vigía; no obstante, el gobernador y los dos soldados que lo acompañaban jamás volvieron a la isla.
La pesadilla de la isla Clipperton terminó el 18 de julio de 1917, cuando cuatro mujeres y siete niños –los únicos sobrevivientes– fueron rescatados por el cañonero norteamericano Yorktown y desembarcados en Salina Cruz, Oaxaca.
Con información de Cultura Colectiva