/ viernes 23 de junio de 2023

Perla Tijerina: la mujer que venció a los excesos y retó a un volcán

Dejó atrás los excesos para iniciar una carrera en el alpinismo que la ha llevado a escalar en varios países

La mañana de lunes 1 de enero de 2018, Perla no despertó con la resaca postparty con la que solía iniciar la semana: en su cabeza rondaba una película que había visto la noche anterior. Tenía la convicción de escalar las montañas más grandes del mundo.

Cinco años después, Perla López, más conocida como Perla Tijerina se convertiría en la primera mujer en vivir 32 días en la cima del volcán más alto de México, el Pico de Orizaba, (5,636 metros). Para ello tendría que abandonar los excesos ocasionados por el alcohol, adquirir condición física y, lo más importante, aprender a subir una montaña.

Te recomendamos: Tijuana se lleva la serie en La Laguna

Por primera vez en mucho tiempo Perla no se había aislado durante la cena familiar ni en la sobremesa. Había tomado un lugar frente al televisor y visto en familia la película que trata sobre dos grupos de excursionistas que ascienden al monte Everest y mueren. A ella la invadió un sentimiento parecido a la nostalgia: “Me cautivó. Me enamoró el alpinismo”.

Desde ese momento comenzó a documentarse. En dos días había absorbido todo lo que Google, YouTube y Netflix podían ofrecerle del tema. Para el 22 de febrero ya estaba subiendo El Cristo de las Galeras, una pequeña montaña ubicada en la colonia Guayulera de Saltillo, Coahuila, cuyo ascenso demora 10 minutos a pie.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Al llegar a la cima vomitó, pero le gustó mucho la vista; los ruidos de la ciudad, y pensó: “Voy a seguir haciéndolo”. Sólo quería depurarse de todo lo que traía encima.

“Siempre tengo la misma sensación, todo es tan inmenso y somos tan pequeños. Llegar a subir una montaña, por más pequeña que sea, requiere un esfuerzo físico o mental. Fue algo nuevo para mí, algo que me costó”.

Perla Tijerina recién había terminado de estudiar la carrera de psicología en una universidad privada que ella se costeó con su trabajo en un bar; también laboraba en una empresa de contratación de personal. Su rutina había transcurrido durante muchos años entre la escuela, el trabajo y las clases de inglés. Salía muy temprano de casa y llegaba de madrugada.

“Me sentía demasiado saturada, casi toda mi universidad salía de noche. Ni siquiera tenía vida propia porque trabajaba demasiado. Me sentía muy asfixiada y dije: No es la vida que yo quiero tener, sé que estoy empezando, pero siento que se me está yendo la vida en nada. Me va bien, porque tengo dos trabajos, no tengo en qué gastarlo, porque no tengo tiempo”.

Su amiga Sonia Reina, agente de bienes raíces, la invitó a trabajar. Todo el entorno comenzó a cambiar. Empezó a tener tiempo, dinero.

“Tenía muchos problemas con mi familia y consumía mucho alcohol, no podía dominar al alcohol, definitivamente el alcohol (tequila, vodka, whisky) me dominaba completamente. Llegué a un punto de perder la conciencia, estaba alcoholizada todos los días”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Todo se estaba saliendo de las manos, no sabía lo que hacía. Llegó a pensar en anexarse en una clínica de rehabilitación y a su vida llegó el senderismo y, posteriormente, el alpinismo.

Comenzó a contratar servicios de agencias que la llevaran al campo, salía a caminar a lugares cercanos, en montañas de la Región Sureste de Coahuila y del estado de Nuevo León. Ahí conoció gente con las mismas afinidades.

“Conocí a mi amigo Gerardo Garza. Empezamos a hacer montaña, a ser un poquito más autónomos. Nos íbamos a las montañas a explorarlas. Me gustaba ver la ruta, descifrarla y poder llegar a la cima por más peligrosa, o inclusive, sin terreno alguno”.

Perla siguió escalando montañas, volcanes, picos y empezó a imponerse retos. El año pasado decidió subir al Aconcagua, la montaña más alta de América, ubicada en Mendoza, Argentina. Supo de la historia del español Fernando Garrido, quien vivió 62 días a 6,959 metros.

En febrero del año pasado, viajó a Orizaba, Veracruz. Salió de un café. Con la taza en mano se quedó viendo al volcán, el Pico de Orizaba. Le marcó a su amigo Rulas Minero, quien la había acompañado a otros ascensos.

– Oye amigo ¿Qué tan probable ves que yo esté en el Pico de Orizaba durante un mes?, al menos. ¿Tu crees que lo pueda lograr?

– Claro que lo puedes lograr. Yo te ayudo con la logística. Nada más hay que revisarlo porque ya se va a acabar la temporada de montaña y empiezan las tormentas eléctricas, empieza a descomponerse el clima.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Perla preguntó si alguna persona ya lo había hecho y se enteró que Elsa Ávila, la primera mexicana en subir al Monte Everest, estuvo algunos días arriba para hacer su aclimatación. Comenzó a armar un equipo para el ascenso: Ana Isa Bocardo, nutrióloga; el doctor Sergio Salazar, experto en fisionomía humana de alta montaña; y Fabiola Benítez, psicóloga, quienes le realizaron estudios médicos para saber si estaba en condiciones de subir. En un mes armaron la logística del proyecto que llamaron Mujer de Altura.

La primera vez que Perla Tijerina subió al volcán Citlaltépetl, más conocido como Pico de Orizaba, fue en 2019 y no pudo ver el cráter del volcán porque estaba nublado. Hasta ahora, ha ido seis veces. El 20 de marzo de este año, inició oficialmente el ascenso, cuatro días antes había empezado a escalar a la cima como parte de un programa de aclimatación. Llevaba mucha agua, comida instantánea: crema de maní, mermelada, galletas, gomitas; oxímetro, manómetro, hornillo, cacerola y tres libros, incluida la Biblia.

Su amigo Rulas Minero y la gente de Paralelo 19, la empresa de deportes extremos que dirige, estaban al tanto de ella. Mucha gente que subía le regalaba comida, platicaban con ella.

“Si eres una persona principiante puedes hacer hasta ocho horas a cima, si ya tienes mucha condición puedes hacer dos horas desde el refugio hasta cima. Yo lo hice en dos partes, las primeras veces que yo subía de la base desde el refugio hasta mi depósito yo hacía dos horas y diez, pero con peso. Yo traigo una mochila enorme que pesa más de 30 kilos”.

El sitio en que montó su campamento era rocoso. No había arboles ni animales. Nada. Veía el cráter y sus lagunas congeladas, teporingos que se asomaban y jugueteaban entre las piedras. Por las noches observaba los tejados de las casas de los pueblos aledaños, alumbrados por alguna luz tenue.

“Mis primeras dos semanas estuvieron muy bonitas, eran días soleados de hecho, me sentía como si estuviera en la playa porque era muy caluroso estar allá (cero grados)”.

Después de ese tiempo el clima empezó a cambiar, bajando la temperatura hasta los -20 grados centígrados.

“Ya no veía amaneceres. Ya no veía atardeceres. Tenía ráfagas de viento de 50 kilómetros por hora. Tenía nevada, tenía viento. Entonces ya no lograba percibir ni el amanecer ni el atardecer”.

En las noches escuchaba a personas cantar o murmullos; otras veces percibía música o el motor de un vehículo. En la soledad, repetía: “Es el aire que viene del pueblo”, recuerda.

“Después de ahí todo era tranquilidad, a veces subía al cráter y caminaba sobre la orilla y me quedaba sentada contemplando. El único ruido que existía era el del volcán. Cuando el volcán desmoronaba rocas y caían al precipicio era lo único que escuchaba. Era una tranquilidad y una magia y me sentía muy afortunada”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Los últimos días en la cima fueron nublados, lluviosos; con frío. Añoraba Perla los cero grados centígrados que le provocaban cierta sensación de calor y la invitaban a limpiarse el cuerpo con una toalla húmeda.

“Era asfixiante, como cuando te sales de la ventana de un auto, así me pasaba fuera de la carpa y luego me escarchaba toda, no tenía visibilidad. En esa ocasión que estuvo muy complicado, ni siquiera tuve batería porque el panel no funcionaba porque todo el tiempo estaba nublado”.

Dos días antes de bajar estaba lloviendo. Perla trataba de tener su equipo técnico envuelto en frazadas para evitar estática y escuchó un estruendo: había caído un rayo cerca de la carpa.

“Cayó como en las orillas, pero a mí no me pasó nada, entonces me asusté y me tapé y me aislé en el sleeping. Ya estaba muy asustada, muy nerviosa y decía: Otra ya no la voy a contar, ya quería bajar, porque todos los días empeoraban y me la pasaba revisando el teléfono para ver cuál era el clima que iba a tener”.

Para entonces ya no se preocupaba en cocinar alguna sopa, sólo comía barras energéticas, crema de maní. Añoraba dormir en una cama caliente y comer un plato de chilaquiles con queso.

La última tarde arriba del Pico de Orizaba, alcanzó a ver la puesta de sol. El cielo se despejó y ahí estaba la montaña radiante.

“Diez minutos alcancé a ver la puesta de sol. Yo dije: ¡Ay, se está despidiendo de mí, me está dejando! Me agarré a llorar como si fuera niña chiquita, me llené de emoción, de mucho orgullo también”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Para la mañana del 20 de abril todos en el pueblo hablaban de Perla Tijerina. Un hotel le ofreció hospedaje gratis para ella y su familia. Algunos amigos, amigas y su mamá la recibieron a medio camino de la montaña.

Perla Tijerina ha conquistado 160 cimas diferentes, prácticamente ha escalado todo México, Costa Rica, Ecuador y Argentina. Este año va a subir el Huascarán, en Perú y Nevado Ojos de Salado, en Chile.

Perla se convirtió en la primera mujer mexicana que pasó una larga estadía en el pico de una montaña. En 1979, Nicolás Jaeger, permaneció 60 días en el Huascarán (6,768 metros) y en 1986 el español Felipe Garrido estuvo 62 días solo en la cumbre del Aconcagua, a casi 7,000 metros de altitud sobre el nivel del mar.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Finalmente, Perla Tijerina pudo dormir en una cama después de 32 días y comer un plato de chilaquiles calientes con queso.

La mañana de lunes 1 de enero de 2018, Perla no despertó con la resaca postparty con la que solía iniciar la semana: en su cabeza rondaba una película que había visto la noche anterior. Tenía la convicción de escalar las montañas más grandes del mundo.

Cinco años después, Perla López, más conocida como Perla Tijerina se convertiría en la primera mujer en vivir 32 días en la cima del volcán más alto de México, el Pico de Orizaba, (5,636 metros). Para ello tendría que abandonar los excesos ocasionados por el alcohol, adquirir condición física y, lo más importante, aprender a subir una montaña.

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Por primera vez en mucho tiempo Perla no se había aislado durante la cena familiar ni en la sobremesa. Había tomado un lugar frente al televisor y visto en familia la película que trata sobre dos grupos de excursionistas que ascienden al monte Everest y mueren. A ella la invadió un sentimiento parecido a la nostalgia: “Me cautivó. Me enamoró el alpinismo”.

Desde ese momento comenzó a documentarse. En dos días había absorbido todo lo que Google, YouTube y Netflix podían ofrecerle del tema. Para el 22 de febrero ya estaba subiendo El Cristo de las Galeras, una pequeña montaña ubicada en la colonia Guayulera de Saltillo, Coahuila, cuyo ascenso demora 10 minutos a pie.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Al llegar a la cima vomitó, pero le gustó mucho la vista; los ruidos de la ciudad, y pensó: “Voy a seguir haciéndolo”. Sólo quería depurarse de todo lo que traía encima.

“Siempre tengo la misma sensación, todo es tan inmenso y somos tan pequeños. Llegar a subir una montaña, por más pequeña que sea, requiere un esfuerzo físico o mental. Fue algo nuevo para mí, algo que me costó”.

Perla Tijerina recién había terminado de estudiar la carrera de psicología en una universidad privada que ella se costeó con su trabajo en un bar; también laboraba en una empresa de contratación de personal. Su rutina había transcurrido durante muchos años entre la escuela, el trabajo y las clases de inglés. Salía muy temprano de casa y llegaba de madrugada.

“Me sentía demasiado saturada, casi toda mi universidad salía de noche. Ni siquiera tenía vida propia porque trabajaba demasiado. Me sentía muy asfixiada y dije: No es la vida que yo quiero tener, sé que estoy empezando, pero siento que se me está yendo la vida en nada. Me va bien, porque tengo dos trabajos, no tengo en qué gastarlo, porque no tengo tiempo”.

Su amiga Sonia Reina, agente de bienes raíces, la invitó a trabajar. Todo el entorno comenzó a cambiar. Empezó a tener tiempo, dinero.

“Tenía muchos problemas con mi familia y consumía mucho alcohol, no podía dominar al alcohol, definitivamente el alcohol (tequila, vodka, whisky) me dominaba completamente. Llegué a un punto de perder la conciencia, estaba alcoholizada todos los días”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Todo se estaba saliendo de las manos, no sabía lo que hacía. Llegó a pensar en anexarse en una clínica de rehabilitación y a su vida llegó el senderismo y, posteriormente, el alpinismo.

Comenzó a contratar servicios de agencias que la llevaran al campo, salía a caminar a lugares cercanos, en montañas de la Región Sureste de Coahuila y del estado de Nuevo León. Ahí conoció gente con las mismas afinidades.

“Conocí a mi amigo Gerardo Garza. Empezamos a hacer montaña, a ser un poquito más autónomos. Nos íbamos a las montañas a explorarlas. Me gustaba ver la ruta, descifrarla y poder llegar a la cima por más peligrosa, o inclusive, sin terreno alguno”.

Perla siguió escalando montañas, volcanes, picos y empezó a imponerse retos. El año pasado decidió subir al Aconcagua, la montaña más alta de América, ubicada en Mendoza, Argentina. Supo de la historia del español Fernando Garrido, quien vivió 62 días a 6,959 metros.

En febrero del año pasado, viajó a Orizaba, Veracruz. Salió de un café. Con la taza en mano se quedó viendo al volcán, el Pico de Orizaba. Le marcó a su amigo Rulas Minero, quien la había acompañado a otros ascensos.

– Oye amigo ¿Qué tan probable ves que yo esté en el Pico de Orizaba durante un mes?, al menos. ¿Tu crees que lo pueda lograr?

– Claro que lo puedes lograr. Yo te ayudo con la logística. Nada más hay que revisarlo porque ya se va a acabar la temporada de montaña y empiezan las tormentas eléctricas, empieza a descomponerse el clima.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Perla preguntó si alguna persona ya lo había hecho y se enteró que Elsa Ávila, la primera mexicana en subir al Monte Everest, estuvo algunos días arriba para hacer su aclimatación. Comenzó a armar un equipo para el ascenso: Ana Isa Bocardo, nutrióloga; el doctor Sergio Salazar, experto en fisionomía humana de alta montaña; y Fabiola Benítez, psicóloga, quienes le realizaron estudios médicos para saber si estaba en condiciones de subir. En un mes armaron la logística del proyecto que llamaron Mujer de Altura.

La primera vez que Perla Tijerina subió al volcán Citlaltépetl, más conocido como Pico de Orizaba, fue en 2019 y no pudo ver el cráter del volcán porque estaba nublado. Hasta ahora, ha ido seis veces. El 20 de marzo de este año, inició oficialmente el ascenso, cuatro días antes había empezado a escalar a la cima como parte de un programa de aclimatación. Llevaba mucha agua, comida instantánea: crema de maní, mermelada, galletas, gomitas; oxímetro, manómetro, hornillo, cacerola y tres libros, incluida la Biblia.

Su amigo Rulas Minero y la gente de Paralelo 19, la empresa de deportes extremos que dirige, estaban al tanto de ella. Mucha gente que subía le regalaba comida, platicaban con ella.

“Si eres una persona principiante puedes hacer hasta ocho horas a cima, si ya tienes mucha condición puedes hacer dos horas desde el refugio hasta cima. Yo lo hice en dos partes, las primeras veces que yo subía de la base desde el refugio hasta mi depósito yo hacía dos horas y diez, pero con peso. Yo traigo una mochila enorme que pesa más de 30 kilos”.

El sitio en que montó su campamento era rocoso. No había arboles ni animales. Nada. Veía el cráter y sus lagunas congeladas, teporingos que se asomaban y jugueteaban entre las piedras. Por las noches observaba los tejados de las casas de los pueblos aledaños, alumbrados por alguna luz tenue.

“Mis primeras dos semanas estuvieron muy bonitas, eran días soleados de hecho, me sentía como si estuviera en la playa porque era muy caluroso estar allá (cero grados)”.

Después de ese tiempo el clima empezó a cambiar, bajando la temperatura hasta los -20 grados centígrados.

“Ya no veía amaneceres. Ya no veía atardeceres. Tenía ráfagas de viento de 50 kilómetros por hora. Tenía nevada, tenía viento. Entonces ya no lograba percibir ni el amanecer ni el atardecer”.

En las noches escuchaba a personas cantar o murmullos; otras veces percibía música o el motor de un vehículo. En la soledad, repetía: “Es el aire que viene del pueblo”, recuerda.

“Después de ahí todo era tranquilidad, a veces subía al cráter y caminaba sobre la orilla y me quedaba sentada contemplando. El único ruido que existía era el del volcán. Cuando el volcán desmoronaba rocas y caían al precipicio era lo único que escuchaba. Era una tranquilidad y una magia y me sentía muy afortunada”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Los últimos días en la cima fueron nublados, lluviosos; con frío. Añoraba Perla los cero grados centígrados que le provocaban cierta sensación de calor y la invitaban a limpiarse el cuerpo con una toalla húmeda.

“Era asfixiante, como cuando te sales de la ventana de un auto, así me pasaba fuera de la carpa y luego me escarchaba toda, no tenía visibilidad. En esa ocasión que estuvo muy complicado, ni siquiera tuve batería porque el panel no funcionaba porque todo el tiempo estaba nublado”.

Dos días antes de bajar estaba lloviendo. Perla trataba de tener su equipo técnico envuelto en frazadas para evitar estática y escuchó un estruendo: había caído un rayo cerca de la carpa.

“Cayó como en las orillas, pero a mí no me pasó nada, entonces me asusté y me tapé y me aislé en el sleeping. Ya estaba muy asustada, muy nerviosa y decía: Otra ya no la voy a contar, ya quería bajar, porque todos los días empeoraban y me la pasaba revisando el teléfono para ver cuál era el clima que iba a tener”.

Para entonces ya no se preocupaba en cocinar alguna sopa, sólo comía barras energéticas, crema de maní. Añoraba dormir en una cama caliente y comer un plato de chilaquiles con queso.

La última tarde arriba del Pico de Orizaba, alcanzó a ver la puesta de sol. El cielo se despejó y ahí estaba la montaña radiante.

“Diez minutos alcancé a ver la puesta de sol. Yo dije: ¡Ay, se está despidiendo de mí, me está dejando! Me agarré a llorar como si fuera niña chiquita, me llené de emoción, de mucho orgullo también”.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Para la mañana del 20 de abril todos en el pueblo hablaban de Perla Tijerina. Un hotel le ofreció hospedaje gratis para ella y su familia. Algunos amigos, amigas y su mamá la recibieron a medio camino de la montaña.

Perla Tijerina ha conquistado 160 cimas diferentes, prácticamente ha escalado todo México, Costa Rica, Ecuador y Argentina. Este año va a subir el Huascarán, en Perú y Nevado Ojos de Salado, en Chile.

Perla se convirtió en la primera mujer mexicana que pasó una larga estadía en el pico de una montaña. En 1979, Nicolás Jaeger, permaneció 60 días en el Huascarán (6,768 metros) y en 1986 el español Felipe Garrido estuvo 62 días solo en la cumbre del Aconcagua, a casi 7,000 metros de altitud sobre el nivel del mar.

Foto: José Vázquez | El Sol de La Laguna

Finalmente, Perla Tijerina pudo dormir en una cama después de 32 días y comer un plato de chilaquiles calientes con queso.

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