A través de redes sociales, la mañana de este viernes amaneció algo agitada ya que se dio conocer la noticia de que la protagonista de las películas de terror Annabelle había desaparecido del museo maldito de Ed y Lorraine Warren, lugar donde se encuentran los objetos más peligrosos que el matrimonio ha recolectado de sus investigaciones paranormales.
Annabelle es conocida como una de las presencias sobrenaturales más aterradoras que aparecen en la película de terror 'El Conjuro', la taquillera cinta del director James Wan basada en hechos reales ocurridos en la década del 70. La muñeca es considerada uno de los objetos sumamente malignos que tiene el museo del Ocultismo Warren, ya que contiene un espíritu muy poderoso, razón por la que está resguardada en una vitrina especial.
El museo está ubicado en Connecticut, Estados Unidos y sólo se puede visitar durante el día, ya que al concentrarse tantos demonios en un solo espacio está prohibido visitarlo por las noches.
La historia de espanto de la muñeca Annabelle comenzó en 1970, cuando una madre compró en una tienda especializada una vieja muñeca de trapo, de la tradicional línea de productos infantiles conocidos como Raggedy Ann, para regalársela a su hija Donna, una joven de 20 años que estudiaba enfermería. Lo primero que hizo la muchacha, que compartía un apartamento con una amiga llamada Angie, fue poner a la muñeca en su cama.
Pero a los pocos días comenzaron a suceder cosas extrañas. La muñeca, que siempre era dejada por su dueña en el dormitorio o en un sillón en una posición horizontal y con las piernas cruzadas, comenzó a aparecer misteriosamente en otras partes de la casa. Aparecía en el comedor, en posición vertical o de pie, o bien arrodillada en la puerta de entrada, como si de repente hubiera comenzado a moverse por sí sola. Para empeorar la situación, las dos moradoras del apartamento comenzaron a encontrar mensajes escritos en un papel de pergamino, con una letra de niño pequeño, que decían: “Ayúdanos” y “Ayuda a Lou” (Lou era el nombre del novio de Donna).
Las dos amigas encontraron a la muñeca con gotas de sangre en su pecho y sus manos, por lo que decidieron buscar la ayuda de una médium para que hiciera una sesión de espiritismo en el mismo apartamento. De ese modo supieron que el presunto espíritu que animaba a la muñeca correspondía al de una niña de siete años llamada Annabelle Higgins, quien había muerto trágicamente hace muchos años en el mismo lugar donde vivían.
El espíritu, además, le comunicó a la médium otra cosa inquietante. Dijo que se sentía en paz viviendo con Angie y Donna, por lo que quería seguir viviendo en la casa bajo la forma de la muñeca. Las dos chicas, compadecidas por la historia de la niña muerta, respondieron afirmativamente. Ignoraban que el supuesto espíritu de Annabelle escondía en verdad a una presencia ominosa.
Lou, el novio de Donna, fue el primero en sufrir las consecuencias. El joven no sólo había querido deshacerse de la muñeca desde la primera vez que la tuvo en sus manos, sino que también comenzó a sufrir recurrentes pesadillas con el juguete. Una noche, tras despertar de un mal sueño, miró al pie de su cama y vio, estupefacto, la aterradora figura de la muñeca de trapo. El juguete trepó en cuestión de segundos a su cama e intentó estrangularlo, aunque sólo consiguió desmayarlo.
Tras recuperar la conciencia, Lou se dirigió de inmediato a la casa de su novia decidido a destruir a la muñeca. Pero, tras llegar y saludar a Donna, escucharon ruidos procedentes del dormitorio de la chica, como si varias personas estuvieran hablando allí. Al entrar no vieron a nadie, sólo a Annabelle sentada en una esquina. En ese preciso momento Lou se tocó el pecho transido de dolor. Cuando se abrió la camisa, que sorprendentemente estaba empapada en sangre, descubrió que tenía siete marcas de garras distintas, tres verticales y cuatro horizontales, que le desgarraban la piel como si fueran quemaduras.
Convencidos definitivamente que el espíritu que animaba a la muñeca era hostil y maligno, Donna y sus amigos se pusieron en contacto con algunas autoridades eclesiásticas, quienes los pusieron en contacto con Ed y Lorraine Warren. Esta pareja de investigadores paranormales llegó de inmediato a la conclusión más obvia: el espíritu que se encontraba unido a la muñeca no era el de una inocente niña, sino que una presencia diabólica no humana que deseaba poseer el alma de Donna.
Los Warren, para mantener a salvo a los tres jóvenes, decidieron llevarse a Annabelle a su casa y lo consiguieron a duras penas. En el viaje, el motor, la dirección y los frenos del auto comenzaron a fallar y los desperfectos sólo cesaron cuando Ed Warren roció a la muñeca de trapo con agua bendita. Ya en el domicilio de los investigadores, la muñeca siguió dando problemas. Levitó al menos un par de veces y comenzó a aparecer en las distintas habitaciones de la casa, incluido en el mismo asiento de Ed Warren.
Los Warren, convencidos que la muñeca estaba embrujada por una entidad demoníaca, contactaron al sacerdote Jason Bradford para que hiciera un exorcismo. Pero este, al ver a Annabelle, sólo exclamó: “Es sólo una muñeca de trapo. No puede hacer daño a nadie”. Increíblemente, cuando el religioso se retiró de la casa de los Warren, su auto sufrió un desperfecto en los frenos y terminó fuera de la carretera. El cura salvó su vida de milagro.
Los Warren, que en 1952 habían fundado la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra, finalmente, hicieron construir una urna de cristal y encerraron allí a Annabelle. Con los años se transformó en una de las principales atracciones del famoso museo del ocultismo de Connecticut, lugar donde permanece en la actualidad, aunque recientemente se habla de que fue robada.