¿Te imaginas la posibilidad de que nuestro mundo no orbitara el Sol? Aunque suene un poco descabellado, en el vasto universo, y de hecho, en nuestra galaxia, existen planetas vagabundos, conocidos así porque no tienen un rumbo específico al girar alrededor de una estrella.
Esos cuerpos celestes desafían todas los conocimientos que se tienen sobre la astronomía, sobre todo porque desde la astrofísica resulta particularmente interesante conocer que hay objetos en el espacio que no están sujetos a una atracción gravitatoria de un baricentro, como ocurre en el sistema solar.
Los mundos errantes son también conocidos como planetas interestelares y su mismo nombre permite inferir que se trata de cuerpos con varias similitudes a los planetas del sistema solar; sin embargo, de manera particular no cuentan con una estrella que los ilumine y les dote de calor, por lo que se hallan en completa oscuridad.
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La característica específica que dicta que no están iluminados por ninguna estrella representa un gran reto para los especialistas, puesto provoca que conocer su existencia sea casi imposible al no poder ser observados con facilidad por medio de telescopios.
A pesar de lo anterior, el trabajo coordinado del equipo del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos y la Universidad de Viena permitió descubrir por lo menos 70 de estos planetas vagabundos con un tamaño similar al de Júpiter, el más grande de los mundos de nuestro sistema solar, y que se hallan por la Vía Láctea.
¿CÓMO DESCUBRIERON LOS PLANETAS VAGABUNDOS?
Los especialistas de Burdeos y Viena se valieron de varios telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO), principalmente el Very Large Telescope (VLT) todos situados en Chile, para poder descubrir a los 70 nuevos planetas vagabundos, aunque la misión fue bastante difícil.
De acuerdo con el estudio publicado en Nature Astronomy, un débil brillo de un grupo de mundos errantes jóvenes fue la pista que siguieron para poder realizar el hallazgo. Esa casi insignificante iluminación se debía a que tenían pocos millones de años desde su formación y estaban lo suficientemente calientes para dar luz.
En palabras de la autora Núria Miret-Roig: “Medimos los pequeños movimientos, los colores y las luminosidades de decenas de millones de fuentes en una gran área del cielo. Estas mediciones nos permitieron identificar de forma fiable los objetos más débiles de esta región, los planetas errantes”.
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El área específica donde pudieron ubicar estos cuerpos celestes interestelares fue en la región entre la constelación de Ofiuco y Escorpio y fue posible en gran medida gracias al VLT del ESO, pues brinda información inédita gracias a su alta sensibilidad y amplio campo de observación.
La hipótesis principal de los planetas vagabundos dicta que estos “pueden formarse a partir del colapso de una nube de gas demasiado pequeña como para desencadenar la formación de una estrella, o que podrían haber sido expulsados de su sistema anftrión”.