Un estudio realizado por la profesora Terrie Moffitt, junto a un grupo de investigadores pertenecientes a la Universidad de Duke, han sorprendido al revelar una de las razones principales por las que algunos adultos se niegan a vacunarse contra el COVID-19.
Esta investigación inició recopilando datos de personas que habían nacido en Dunedin, Nueva Zelanda en 1972 y 1973, esto para registrar su estado de salud cada determinado periodo de tiempo, ayudando así a identificar los efectos en la salud de diversos factores como la exposición infantil al plomo, entre otros.
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Fue así que en 2021 el grupo de expertos realizó una encuesta a casi 1000 personas, preguntándoles si recibirían la vacuna contra el COVID-19. Posteriormente, los resultados arrojaron que el total de participantes que habían respondido estar negados a vacunarse, tenían mayor probabilidad de haber sufrido abuso infantil, privaciones o amenazas por parte de algún adulto.
“Eso nos sugiere que aprendieron desde una tierna edad el 'no confíes en los adultos' (…) Si alguien se te acerca con autoridad, solo está tratando de conseguir algo, y no se preocupan por ti, se aprovecharán. Eso es lo que aprendieron en la infancia, de sus experiencias al crecer en casa. Y ese tipo de aprendizaje a esa edad te deja una especie de legado de desconfianza. Está tan arraigado que automáticamente trae emociones extremas", detalló la profesora Moffit.
Este tipo de abusos también afectó las capacidades verbales, de lectura y procesamiento durante la niñez de estos adultos.
No obstante, los investigadores también sugieren que esta quizá no sea la causa fundamental por la que algunos se niegan a vacunarse, ya que en otros países como Estados Unidos también existe un alto porcentaje de personas que no quieren vacunarse y que no han sido estudiadas previamente.
Por otra parte, también agregaron que es necesario educar a las nuevas generaciones y prepararlas en caso de futuras pandemias, ya que podrían experimentar desconfianza, angustia e incertidumbre. Esto ayudaría a crear una mayor confianza y cooperación ante los mensajes de salud.
"Las mejores inversiones que podríamos hacer ahora serían construir la confianza de los niños y crear entornos estables, y garantizar que si el cuidador individual les falla, la sociedad se hará cargo de ellos", agregó Stacy Wood, coautora de la investigación.