La historia de Torreón está llena de momentos significativos que han dejado una huella en su pasado. Uno de estos momentos se encuentra en la industria cinematográfica de la ciudad y la presencia de la Compañía Operadora de Teatros S.A. (COTSA). Durante los años 70, COTSA era una compañía paraestatal que tenía un dominio absoluto en la región, administrando y promoviendo una gran cantidad de cines, desde los más modestos hasta los más elegantes, como el Nazas y el Torreón.
Trabajaban en colaboración con empresas como Cadena de Oro, Jenkins y la Distribuidora de Películas Nacionales, marcando una época dorada para la industria cinematográfica local.
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En la década de 1960, aproximadamente el 90% de las salas de cine en el país eran propiedad de COTSA. Sin embargo, este monopolio tenía un costo para la industria y los productores. COTSA tenía el derecho de veto sobre las películas que se exhibían y a veces exigía cintas específicas para cines específicos. Además, comenzaron a cobrar derechos excesivos para realizar premieres, aprovechando el éxito de algunas producciones.
Durante la administración del presidente Adolfo López Mateos, el director Roberto Gavaldón propuso una ley para rectificar las deficiencias del Plan Garduño, que era proteccionista y perjudicial para la industria cinematográfica. Parte de la propuesta incluía un cambio en la exhibición cinematográfica y la nacionalización de COTSA. Aunque la propuesta no fue aprobada, algunos burócratas la malinterpretaron y llevaron a cabo una "nacionalización" risible de COTSA, sin que Jenkins y sus socios protestaran.
En los años 70, durante la administración de Luis Echeverría, se impuso una estatización deficiente que llevó a un cine mediocre y controlado por los intereses del régimen. Esto generó competencia con los productores de la vieja guardia, quienes se vieron obligados a buscar formas de sobrevivir ante el maltrato recibido. Descubrieron la corrupción existente en COTSA y encontraron la oportunidad de tomar el control de la taquilla, asegurar fechas para sus estrenos y beneficiarse del sistema corrupto establecido.
A medida que avanzaban los años 80, el deterioro de COTSA se hizo evidente. La compañía había sido utilizada como una fuente de ingresos corrupta, lo que llevó al colapso de los cines. La producción cinematográfica se dividió entre las aburridas películas estatales y las genéricas de los productores privados. Cuando Margarita López Portillo asumió el poder y creyó haber descubierto un desfalco monumental en las arcas públicas, persiguió sin pruebas a aquellos que consideraba culpables.
Finalmente, en junio de 1992, cerraron los últimos cines que aún estaban en manos de COTSA en la ciudad de Torreón. El proceso de privatización de COTSA generó un debate sobre el futuro del cine mexicano, pero la muerte de la compañía era necesaria para permitir un reinicio en la industria. Aunque algunos productores veteranos fueron despreciados y sus conocimientos desaprovechados, se abrió un nuevo capítulo en la historia cinematográfica de Torreón.
La historia de COTSA y su declive son un testimonio de los desafíos y cambios que enfrenta la industria cinematográfica a lo largo del tiempo. A medida que la tecnología avanza y los hábitos de consumo evolucionan, es fundamental adaptarse y encontrar nuevas formas de mantener viva la magia del cine. Torreón, con su rica historia en la industria cinematográfica, sigue siendo un lugar donde se pueden apreciar las transformaciones y los desafíos que ha enfrentado esta forma de arte a lo largo de los años.