En el transcurso de la segunda mitad del siglo pasado, Torreón vivió una etapa marcada por la proliferación de cantinas y la consolidación de la llamada "Zona de Tolerancia" en su sector poniente. Este rincón, conocido también como Comarca Cantinera, se ganó otros apodos como la zonaja o la zonguirirongui, convirtiendo a la ciudad en un enclave que albergó borrachos y prostitutas, haciendo eco de su reputación como un "gran prostíbulo".
Entre los negocios emblemáticos de esta zona se encontraban el Copa Cabana, los Ojos de Pancha, las Luces de Nueva York, entre otros, que proporcionaban diversión a los habitantes de La Laguna. Su ubicación estratégica, cercana al puente plateado y prácticamente contigua al municipio de Gómez Palacio, inspiró la peculiar frase "Éntrale a Torreón bailando".
Sin embargo, la gloria de esta área llegó a su fin a finales de los años 80, cuando se convirtió en un problema social con más de 150 niños en situación de prostitución. La situación alcanzó su punto crítico el 30 de enero de 1991, cuando el entonces alcalde de Torreón, Carlos Román Cepeda, tomó la decisión de clausurar la Zona de Tolerancia.
Este drástico paso provocó que la fauna tabernera se dispersara, llevando a muchas de las trabajadoras sexuales a buscar oportunidades en otras ciudades como Ciudad Juárez. Aquellas que optaron por quedarse en la ciudad enfrentaron un destino incierto.
Hoy en día, más de 30 años después, el terreno que alguna vez fue epicentro de la "diversión" y el alcohol se ha transformado en lo que conocemos como el Parque Fundadores.
La antigua Zona de Tolerancia ha dejado paso a un espacio público que busca brindar recreación y convivencia a los habitantes de Torreón, marcando así una nueva etapa en la historia de la ciudad. Aunque el recuerdo de aquellos días ha quedado atrás, la metamorfosis de este lugar simboliza la capacidad de las comunidades para reinventarse y superar etapas difíciles.