Bien dicen que el mexicano es un ejemplo de trabajo duro y no rendirse. Una emprendedora mexicana en Estados Unidos triunfó con su florería en el corazón de East Harlem. Te contamos la historia de Rocío Martínez, la mujer que logró tener su propio negocio en East Harlem.
Tras 30 años de llegar al país de las barras y las estrellas, Roció Martínez logró cumplir su sueño de tener un negocio propio. Su historia resultó un ejemplo para sus compatriotas que el trabajo duro es clave para cumplir tus metas y objetivos.
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Rocío Martínez y su sueño de tener su propia florería
Rocío llegó a los Estados Unidos a los 17 años, y desde entonces comenzó a trabajar exclusivamente con las flores. Pues desde siempre soñó con tener un negocio propio del mismo giro, es decir, abrir una florería.
Tres décadas después, y luego de mucho esfuerzo, Rocío pudo abrir Cristal Flower, su propia florería en el corazón de la comunidad mexicana de East Harlem. “Nunca le ha gustado que le digan lo que tiene que hacer y por fin tiene lo suyo”, dijo Lynette Pérez, hija de Rocío.
Rocío viene de una familia en México que se dedicaba al campo. Por lo que no tuvo la oportunidad ir a la escuela, pues el dinero escaseaba. A los 12 años comenzó a trabajar para ayudar a su familia. Empezó trabajando en el campo con su familia, cortando frutas y verduras para después venderlas, sin embargo, las ganancias no eran suficientes, por lo que Rocío decidió viajar a la Ciudad de México para conseguir un mejor trabajo.
Luego, consiguió un trabajo en una veterinaria, donde paseaba, bañaba, limpiaba y le daba de comer a todos los perros que llegaban. Después, junto a una amiga decidió cruzar la frontera y llegar a los Estados Unidos, pasando de Tijuana y llegando a California, para luego pasar a Nueva York.
“En Nueva York llegué a un apartamento donde vivían 20 mexicanos. Como 10 trabajan de noche y los demás de día. Los que nos trabajábamos de día usábamos la cama de los que trabajaban en la noche, así vivimos por un año”, cuenta Rocío.
Un día, caminando por East Harlem, encontró un letrero a la afuera de una florería donde solicitaban empleados, y decidió entrar y tomar el trabajo. En la florería había dos diseñadores de flores, pero había un gran problema, ellos no hablaban español y Rocío no hablaba inglés, así que aprendió viendo e imitando a los diseñadores; tres años después, ella ya sabía hacer todo lo que los diseñadores hacían.
Luego de mucho esfuerzo y aprendizaje, Rocío terminó por abrir su propio negocio, con el cual busca acercarse más a su comunidad.