Su sueño es ser un gran compositor, ser reconocido y que sus canciones se escuchen en voz de los mejores cantantes; Pablo Garza Soto ha escrito más de 300 canciones, pero también vende dulces en la calle para sobrevivir. El comercio fue el oficio que aprendió de su padre ante la necesidad de abandonar la secundaria.
Luego de pasar varias horas ofreciendo a los transeúntes algunos dulces, frituras y cigarros, Pablo llega a casa y en sus ratos libres, escribe canciones; no está dispuesto a olvidar su sueño de ser un gran compositor.
Ha entregado a muchas personas sus obras y asegura que hay quienes le han grabado varios temas. “Tengo como 350 y he entregado más de 200 a las disqueras; algunos me han grabado y están en Youtube, como una que se llama Bonita y que ha gustado mucho, dedicada a todas las bonitas del mundo”.
Ha entregado a algunas disqueras sus temas y cantantes como Eleazar Montellano interpretaron algunas; Por toda La Laguna y Bonita, son temas de la autoría de Pablo Garza que este artista llevó a su canal de Youtube.
Mientras sigue trabajando para salir adelante, espera que en algún momento alguna disquera o cantante decida tomar sus canciones y ofrecerle un contrato.
Desde niño aprendió a ganarse la vida
Su familia era muy humilde, su padre era de Matamoros y su mamá de San Pedro; llegaron a Torreón cuando Pablo tenía 6 años y aunque vino a estudiar, fue imposible mantenerse y finalmente tuvo que trabajar.
Ante la falta de oportunidades, decidió salir con su padre montado en un triciclo, en el que recorrían varias calles vendiendo frutas y verduras; pasaba los días aprendiendo el oficio del comercio.
Don Pablo tiene ahora 73 años de edad y sigue dedicando su vida a las ventas con su pequeño puesto de dulces ubicado en una tienda de autoservicio de la calzada Colón y Presidente Carranza.
Empezó a vender cuando había oficinas del ISSSTE sobre la Juárez y tenía aproximadamente 20 años; ahí comenzó solo ya sin la ayuda de su papá con quien trabajó desde que tuvo que dejar la secundaria.
“Yo era asistente del encargado de los vendedores ambulantes y él me consiguió mi permiso; le ayudaba y después como vio que casi no vendía nada me consiguió el permiso y el lugar”, platica don Pablo.
Recuerda cuando trabajaba de niño con su padre en el desaparecido Mercado Villa de Torreón, ubicado en la esquina de Allende y Ramón Corona; era un lugar emblemático y ahora solo queda en recuerdos. “Ya hace muchos años de eso, yo a veces quisiera pasar y acordarme de aquellos tiempos, pero no, ya no hay nada”.
Su única compañía es la soledad
A pesar de que don Pablo se casó y tuvo dos hijos, ahora vive solo en una pequeña vivienda de Rincón la Merced; era de su esposa, la dejó a uno de sus hijos, quien, a su vez, la cedió a Pablo para que no pagara renta.
Su esposa aún vive, pero cuenta que hace muchos años partió a Estados Unidos; tenía el deseo y ambiciones de una vida mejor, pudo costear los estudios de su hijo mayor, que asegura Pablo, logró graduarse de la carrera de medicina. Su otro hijo es muy trabajador, pero no tuvo estudios profesionales.
Con los ojos húmedos, cuenta cómo pasa la mayor parte de sus días solo; casi no ve a sus hijos por las distancias que los separan y las ocupaciones de sus ellos. Su esposa ha regresado en algunas ocasiones, pero muy pocas. “Ella se fue para Dallas porque no le gusta ser pobre y pues allá le va bien, es muy aventada, le echó muchas ganas y mi hijo así salió adelante con su carrera”.
Se dijo muy contento a pesar de la situación en la que vive, la separación de su familia y la nostalgia; para él, es más importante que ellos estén bien y sean felices.
La lucha diaria para sobrevivir
Vive al día, saca solamente para el camión y algo para comer y no siempre las tres veces al día; no paga renta porque la casa es de su hijo, pero tiene que guardar diario algunas monedas para poder pagar agua y luz.
“A veces si vendo poquito, pero lo bueno es que mucha gente me conoce y pasan a saludarme, pero ya me compran algo y junto unas moneditas”. Dice que además hay mucha gente solidaria que lo apoya, tanto clientes como vecinos de su colonia.
Hay clientes que a veces pasan a comprarle algo, pero también, le han llevado dulces para que los venda; esto lo valora mucho y para Pablo es de gran ayuda. Los vecinos que, en ocasiones, cuando no trae dinero, le dan para que pueda trasladarse en camión hasta su lugar de trabajo.
“Poco a poco junto, ya pasa alguien me compra un cigarro, un chiclito, un mazapán y eso me levanta el ánimo y como quiera saco para el camión y para comer; como quiera vivo solo y sale para lo mínimo”, comentó.
Otras personas llegan solo para apoyarlo con recursos, ya muchos lo conocen en Torreón y lo buscan para ayudarlo de diferentes maneras para que con esto pueda disminuir el tiempo de su jornada laboral y pueda llevar un poco más de dinero a su casa.
“Yo soy una persona que me gusta mucho siempre respetar a toda la gente, niños, jóvenes, mayores y mucha gente me conoce porque también me gusta mucho convivir con todo mundo y yo creo por eso mucho me apreciándose y me ayudan; estoy contento con eso porque la vida me ha dado mucho y que bueno que vinieron a entrevistarme ustedes, me levantaron mucho el ánimo”.