En junio de 1990 se presentó un curioso hecho que causó impacto e indignación entre la sociedad de San Pedro de las Colonias, y que dio origen a protestas por parte de ecologistas y personas defensoras de los animales, quienes exigían se aplicara todo el peso de la ley al responsable.
Todo sucedió la mañana del 22 de junio, cuando, tras una serie de telefonemas que alertaban de la presencia de un oso gris de aproximadamente 1.5 a 2 metros de altura, un grupo de sampetrinos, acompañados de elementos de la Policía Preventiva y Judicial de Estado se dieron a la tarea de rastrearlo en los alrededores de los poblados que, según señalaron las personas que levantaron el reporte, fue avistado merodeando en los poblados San Luis, San Francisco y San Antonio Gurza. Fue precisamente en este último poblado en donde se encontraron ante la presencia del imponente animal, el cual quizá, debido al hambre y a la sed, por instinto se aventuró a los poblados en busca de sustento sin mediar peligro.
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Al frente del grupo de búsqueda iba Güicho Ferniza, conocido ciudadano de San Pedro.
Luego de tres horas de intenso trajinar, por fin, en las cercanías de un caserío perteneciente al poblado San Antonio Gurza, a dos kilómetros de la mancha urbana, fue detectado el salvaje animal. Según versiones de quienes presenciaron los hechos, la feroz bestia emitía iracundos bramidos, buscando de alguna manera ponerse a salvo del peligro que por instinto percibía ante la presencia de los seres humanos que lo acechaban.
El plan era claro: Primero intentaron capturarlo vivo, sin causarle daño, pero al percatarse que la tarea no era sencilla, tomaron la determinación de matarlo. Fue Güicho Ferniza quien, de un balazo en la cabeza, acabó con la vida del animal, el cual quedó en el suelo en un charco de sangre.
Varias personas comentaron que no era la primera ocasión que un animal de esta especie paseaba por esos sectores. Como ejemplo, señalaron acerca de un suceso que aconteció hace poco más de 10 años, cuando el señor Jorge Abdala atrapó a otro espécimen, solo que en esa ocasión, el oso fue capturado con vida.
Entre las múltiples versiones que circularon entre los pobladores de los sectores adyacentes, se aseguraba que el animal escapó de un circo, y otros más afirmaron que posiblemente en los alrededores del cerro de Santiago o Puerto de Ventanillas pudiera haber existido alguna osera.
Que “era manso y amigable”
Días después de que acontecieron estos curiosos hechos, vía telefónica, un grupo de ciudadanos sampetrinos llamó a la redacción de NOTICIAS de El Sol de La Laguna para quejarse de la muerte del oso, el cual tuvo que ser sacrificado ante el peligro de que llegara a herir a algún vecino de las rancherías o a un integrante del grupo de rastreadores que dieron con su paradero.
En su llamada, extendieron su queja contra el señor Ferniza, quien fue el que accionó el arma para liquidar al animal en los rumbos del poblado San Antonio Gurza. Señalaron de manera airada que esta persona debía responder ante la ley por la muerte del oso, al que consideraron “era manso y amigable”, señalando que para ellos incluso era una “mascota”.
Asimismo, manifestaron que el Sr. Ferniza le dio muerte asestándole un balazo a tan solo dos metros de distancia, lo cual corrobora que el oso no era bravo, pues de lo contrario se hubiera defendido ante quien calificaron como un “sádico asesino”.
Campesinos de San Pedro de las Colonias, quienes se encontraban sumamente molestos porque dieron muerte a su “mascota”, señalaron que iniciarían gestiones ante, en ese tiempo, la Secretaría de Desarrollo y Ecología (SEDUE) y la Presidencia Municipal para que lo hecho a este animalito no quede impune y sea aplicada toda la fuerza de la ley.
Para finalizar, ante este medio de comunicación recalcaron que su indignación era tal que se haría lo que sea necesario para que se aplicara un castigo ejemplar al Sr. Ferniza, a quien acusaron de sadismo y crueldad hacia los animales.