En la década de los 80 fue la época de bonanza de la fayuca de La Guerrero, como la mayoría de los laguneros la conocen; en la Vicente Guerrero, de las colonias más antiguas de la ciudad de Torreón y que fue muy reconocida por mucho tiempo en toda la región y alrededores, precisamente por el auge de las ventas.
Algunos de los más famosos fayuqueros que iniciaron con esta tradición en la Guerrero ya no viven y quienes sí, hace mucho tiempo que dejaron de vender y tomaron diferentes rumbos.
Doña Amalia fue una de las precursoras de esta fayuca y la primera que implementó las ventas en su casa, con los corredores que iban y venían moviendo a los clientes recomendándole por su gran variedad y buen precio en sus aparatos electrónicos.
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Pero Amalia inició con pequeñas chacharitas en una mesa de madera y acompañada de su hermana; era en la calle sexta donde principalmente se ponían los fayuqueros a ofrecer diferentes tipos de artículos.
Desde sus inicios tuvo problemas porque la querían quitar de su lugar y aseguró que había un líder que hacía su agosto cobrando a todos los comerciantes y que incluso no pertenecía a la colonia, sino a la Vencedora.
“Primero empecé con mi hermana y ella me ayudaba, todavía no me casaba, pero ya después, mi marido me acompañaba a traer mercancía y nos íbamos en el tren, pero había muchos de la Judicial en Chihuahua y a mucha gente le quitaban toda su mercancía”.
Recuerda que en una ocasión estuvieron a punto de perder todo; eran solo dos bolsas negras las que llevaban con algunos objetos; sintieron miedo pero su marido corrió a esconderse detrás de unos vehículos y logró evadirlos.
“Pero nos salvamos y nos fuimos en un camión, ahí ya venían varias personas que sí les habían quitado todo y dijeron, no, anda, gracias a Dios ustedes se salvaron”. Así como ésta, doña Amalia tiene muchas anécdotas durante sus años de fayuquera; después fue creciendo el negocio y se volvió la más famosa vendedora de aparatos electrónicos de primera calidad y mejor precio.
Cada quien tenía su ramo, eran bien conocidos y tenían sus clientes en particular; Amalia era la más popular y pionera en el de los aparatos electrónicos; había quienes se dedicaban a la venta de tenis, otro a los juguetes, algunos más a la ropa nueva o usada.
El inicio de una nueva tradición
Un día cansada de tanto trabajos y de salir a los puestos de la fayuca, decidió quedarse en casa y mandar a su esposo; en su vivienda ubicada frente a las canchas de la colonia y a una cuadra de donde se ubicaban los vendedores, recibía directamente a los clientes, con la ayuda de los conocidos como corredores, que detectaban a los buscadores y los llevaban a donde Amalia se encontraba.
Fue la pionera en este método de venta y llegó a convertirse en la más importante y próspera del sector. Los corredores, llevaban una ganancia de las ventas que lograban; doña Amalia ponía un precio y ellos sabían cuánto le pedían al cliente para sacar su comisión.
Siempre fue una mujer fuerte, valiente y luchona; nunca se asustó y siguió trabajando; después ya no tuvo que ir a traer la mercancía y una persona los hacía, cobrando un 20 por ciento a los fayuqueros.
“Con los mentados corredores se corría el riesgo, pero yo estaba arreglada; yo les decía a los mismos federales el pastel es para todos, pero pues hay que rebanar porque no nomás es para ustedes”.
Fueron muchos años los tiempos de bonanza de esta fayuca como de 85 al 91 según recuerda Amalia; dejó buenas ganancias porque personas de otros lugares le hablaban para pedirle mercancía. Del Mercado Alianza le hacían pedido, el dueño de hoteles como el Nazas y Palacio Real adquirían con ella todos los televisores para sus habitaciones.
“No les miento, pero para una Navidad me llevé 22 mil dólares en la bolsa para invertirlos en pura mercancía. Yo sabía de antemano que era un riesgo, me podían quitar todo y ya no podía tener nada, pero ese riesgo siempre lo quise tomar y me fue muy bien”.
Todos siguen recordando a ‘La Diabla’
Tanto Amalia como otros vecinos, recordaron que una de las principales iniciadoras y que tuvo un gran auge en esto de la fayuca, fue Lety ‘La Diabla’; aseguran que hizo mucho dinero y que fue de las pioneras también en la venta de aparatos electrónicos y de las primeras en enfrentarse a las persecuciones de los policías federales.
“La diabla fue de las primeras en la fayuca, nada más cuando ya se hizo famosa, ya no vendía mucho, pero hizo mucho dinero”, comentó doña Amalia.
De igual forma, vecinos reunidos en una miscelánea cercana al lugar donde se instalaban los puestos, comentaron que era una señora muy valiente, de talle alto y muy imponente, de carácter fuerte. “No, si siempre andaba toda llena de joyas, llena de oro, es que si sacaba mucho dinero”.
Después dejó los electrónicos y solo se dedicó a vender perfumes y botellas de whiskey; era muy reconocida por eso, la buscaban muchos clientes y como solo ella vendía ese tipo de productos, sus ventas se elevaban a tope.
“También con ella iba mucha gente y de dinero, doctores, abogados y es que se cotizaban los perfumes y también su licor, fue emblema también de la fayuca de esta colonia”.
La señora Leticia falleció hace algunos años, pero la mayoría de las personas en esta y hasta de otras colonias la recuerdan o la conocen al menos de nombre y por las anécdotas de la fayuca.
Recuerdan con nostalgia lo que fue esta etapa
Los vecinos de mayor edad, aún recuerdan cómo era la fayuca de la Guerrero y por supuesto fueron clientes. “Había unos terrenos donde se metía la gente y ponía unos sus mesas y la gente se metía, todos los terrenos estaban llenos de mesas y la gente ahí vendía ponía sus cosas en sus mesas con sombras y todo”.
“Todo se llenaba de gente, estaba siempre llenísimo y venían no sólo de las colonias de los alrededores sino de todo Torreón, es más, hasta de los ranchos y otros municipios se dejaban venir, era muy popular, no había otro lugar igual, no había donde pudieras encontrar lo que aquí”.
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“Ahí todo eso se llenaba con muchos puestos, de ropa usada; estaba lleno de gente y daba la vuelta hasta allá bien lejos”
“Enfrente de la Conasupo en las banquetas, estaba lleno de puro tenderete; se ponían los sábados y domingos, en las casas había gente que vendía a escondidas los artículos que no estaban permitidos porque caía la policía y se los quitaban”, estos y otros recuerdos más tiene la gente del barrio.
Los corredores, pieza clave en las ventas
Don “José” fue corredor y le llevaba clientes a Amalia; recuerda los tiempos en los que solía cazar a los compradores para poder llevarlos a su casa y así ganar una comisión.
“Yo una vez la regué porque estaba con los diablos y llegaron a preguntar por un estéreo y los llevé con Licha y de ahí con el negro. Ahí nos sacaron pistola y placa: ¡Policía Federal! y agarro yo y me voy corriendo por todo Peñoles”.
Comentó que se sintió muy mal porque a sus compañeros fayuqueros les confiscaron toda la mercancía que tenían; pero no desistían y volvían a surtir, a pesar de que constantemente eran perseguidos por los federales.
“Primero vendían en la vecindad, de ahí se movieron para acá porque era cuando estaba bien caliente con los federales, los de la aduana y les quitaban las cosas y yo lo viví porque andaba llevando clientes”.
La decadencia de una época de gloria
Pero poco a poco comenzaron a bajar las ventas en la tradicional fayuca de la Vicente Guerrero; los comerciantes se desesperaban porque las cosas cambiaban y no para bien. Durante muchos años permanecieron al pie del cañón y fue una importante fuente de ingresos para todos los comerciantes del barrio.
“Pero fíjese, una vez me dijeron a mí, que habían visto a una gente de otro mercado, una señora, que andaba aquí a la media noche y que ahí en todo eso donde nos poníamos, andaba echando unas cosas aquí por todo el mercado, que para que nos fueran mal, entonces yo no le creí, pero sí, nos fuimos para abajo”. Recordó doña Amalia con tristeza.
Como Amalia lo dijo, comenzó poco a poco el declive, al grado de que algo tan próspero, ya no continuará.
Otro factor que afectó mucho a la fayuca de la Guerrero fue la entrada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el 1 de enero de 1994; con éste, México se posicionó como un socio comercial fundamental para Estados Unidos y Canadá.
Este acuerdo permitió el acceso a mercados más amplios, la competitividad y acceso a una mayor diversidad de productos y servicios, así como la eliminación de condiciones y barreras comerciales.
“Ahí empezó ya la gente a comprarse las cosas en otros lugares y sobre todo en abonos y ya nos quitó la venta a nosotros, así empezó todo”.
Cuando todo acabó y no quedó nada de esos tiempos de abundancia, Amalia y su esposo emigraron a Estados Unidos; allá procrearon dos hijos, consiguieron la residencia y ahora viven de la pensión del gobierno norteamericano. Permanecieron allá por 30 largos años y después de toda una vida, regresaron a la nostalgia de la Vicente Guerrero, a su hogar, a recordar cada uno de los años vividos y trabajados como fayuqueros.
“Así es que ahorita ya nomás estamos rascándonos la panza, pero esos 30 años fueron bien trabajados allá en Estados Unidos y aquí también, fueron como 10 y la gente de aquí todavía me reconoce”, terminó de narrar Amalia, sonriendo y con los ojos llenos de nostalgia.