Ubicado en las inmediaciones del Puente del Ferrocarril y las orillas secas del río Nazas, el Panteón Municipal número 1 se erige como el cementerio más antiguo de la ciudad de Torreón, un lugar que alberga no solo más de 3 mil tumbas, sino también algunas de las leyendas más emblemáticas de la Comarca Lagunera.
Este camposanto, construido en 1894, se encuentra en el sector poniente de la ciudad, en la colonia Aquiles Serdán. Inicialmente, el Panteón se ubicó en un lugar relativamente apartado del centro histórico de Torreón, siguiendo la creencia de que los cementerios debían estar distantes de las zonas urbanas. No obstante, con el crecimiento de la ciudad a lo largo de los años, el camposanto se integró a la mancha urbana.
En sus primeros años, cuando Torreón era una villa con apenas 2,000 a 2,500 habitantes, el alcalde de la época, Francisco Villanueva, gestionó la cesión del terreno donde se construyó el cementerio. Posteriormente, en 1906, el presidente municipal Benito Flores ordenó la expansión del Panteón, incluyendo la construcción de una barda perimetral hecha de piedra del Cerro de las Noas, oficinas en la entrada, una noria y una bomba de agua.
Sin embargo, se descubrió recientemente que el cementerio también alberga túneles, originalmente diseñados como desagües pluviales para evitar inundaciones, dada su cercanía al cerro. Estos túneles, semejantes a los del Canal de la Perla, se encuentran actualmente enterrados.
El Panteón Municipal número 1 guarda en su historia episodios que reflejan la diversidad cultural de la región. Con la llegada del ferrocarril a finales del siglo XIX, cientos de personas de diferentes partes del mundo se establecieron en Torreón, incluyendo árabes, franceses, españoles, chinos, ingleses y norteamericanos. El cementerio muestra la influencia de estas culturas en varios de sus mausoleos, como la familia Abusamra y algunas tumbas de chinos.
El Panteón Municipal número 1 también alberga los restos de figuras históricas de la región, como los fundadores de Torreón y los primeros alcaldes de la ciudad, como Francisco Villanueva. Entre las tumbas más destacadas se encuentra la del general Gregorio A. García, el revolucionario más joven de la Revolución Mexicana, cuya tumba se distingue por una estatua de un soldado en lugar de elementos religiosos.
A pesar de su rica historia y diversidad cultural, el paso del tiempo ha dejado su huella en el cementerio. Si bien en el pasado se podían admirar obras funerarias de gran calidad artística y escultórica en cantera, mármol y granito, muchas de ellas han perdido su esplendor con el tiempo. El Panteón Municipal número 1 de Torreón es un testigo silencioso de la evolución de la ciudad y un reflejo de su rica herencia cultural.
