En las entrañas del imponente Cerro de La Gloria, ubicado en Coahuila, se oculta una historia que ha inquietado a campesinos, exploradores y aventureros durante años. Aunque muchas personas conocen esta narrativa, la mera mención de su protagonista, Javier, aún eriza la piel de quienes la escuchan.
El relato comienza en el otoño de 1993, cuando un grupo de Boy Scouts del Grupo 1, que solían reunirse en la Secundaría 4, decidió embarcarse en una excursión al Cerro de La Gloria. Este cerro, famoso por sus senderos empedrados y su entorno natural de nopales, lechuguillas y huizaches, oculta un secreto que solo unos pocos han tenido el valor de enfrentar.
El día de la excursión finalmente llegó, y después de horas de arduo trekking, el grupo de Scouts llegó a las ruinas de una cabaña en lo alto del cerro, situada en una pequeña planicie. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación dejó a todos los presentes en un estado de conmoción y misterio.
Al acercarse a la cabaña, los Scouts guardaron silencio y apresuraron el paso, como si algo siniestro acechara en su interior. Ante la sorpresa del narrador de esta historia, su primo le informó que aquel lugar había sido escenario de un evento inquietante: "No, desde lo de Javier", dijo en voz baja.
Intrigado, el narrador preguntó quién era Javier y por qué la cabaña estaba relacionada con él. Así fue como se desveló el misterio que envuelve al Cerro de La Gloria y su cabaña abandonada.
Javier, un experimentado miembro de los Scouts con cerca de 22 años en aquel momento, era conocido por su pasión por el campismo y el senderismo. Solía aventurarse solo en largas caminatas por la naturaleza, llevando consigo solo lo esencial, como su cuchillo estilo "Rambo", agua y un poco de comida. Le gustaba la ligereza en sus expediciones y disfrutaba explorando nuevos senderos.
Un día, en su búsqueda de emociones y desafiando los límites del cerro, Javier decidió subir al Cerro de La Gloria sin compañía. La caminata desde la base hasta la cima de este cerro agreste y escarpado requería aproximadamente 18 horas de esfuerzo continuo. Javier, con su espíritu aventurero, se aventuró por senderos desconocidos que lo llevaron cada vez más adentrado en el cerro.
A medida que avanzaba la tarde y se aproximaba la noche, su sentido de orientación empezó a fallar, y se adentró aún más en el denso bosque. Tras horas de caminata nocturna, finalmente se topó con la cabaña, que estaba parcialmente oculta entre los árboles.
Al acercarse a la cabaña, no obtuvo respuesta al golpear la puerta. Finalmente, decidió entrar, a pesar de la incertidumbre que le causaba. Al hacerlo, notó que la cabaña estaba sucia y aparentemente abandonada durante mucho tiempo. Sin embargo, lo que lo dejó perplejo fueron las pinturas en las paredes.
Las imágenes eran perturbadoras: rostros deformes, algunos tristes, otros llenos de ira y miedo, y criaturas grotescas que parecían surgir de las pesadillas. Javier sintió una profunda incomodidad al mirar estas pinturas y decidió no dormir en la cama, sino acurrucarse en un rincón, lo más lejos posible de las imágenes inquietantes.
Al despertar al siguiente día bajo la brillante luz del sol, Javier quedó desconcertado. Aquella misteriosa cabaña que había albergado las inquietantes pinturas en la noche, de repente solo tenía ventanas, y ninguna imagen grotesca en las paredes.
Desde ese día, Javier dejó de acampar. La cabaña en el Cerro de La Gloria sigue en pie, pero nadie se aventura a acampar en ella ni cerca de ella, y ha pasado a formar parte de las leyendas y misterios que rodean al cerro.
Esta historia de Javier y la cabaña del Cerro de La Gloria sirve como advertencia para los aventureros: a veces, la naturaleza puede ocultar secretos incomprensibles que desafían la lógica y la razón. La cabaña sigue en pie como un recordatorio de que, en la búsqueda de aventuras, uno debe tener cuidado con lo desconocido que acecha en la oscuridad.