A orillas del río Nazas, el Puente Negro ha sido testigo de innumerables historias, pero ninguna tan escalofriante como la leyenda del garrotero, un fantasma que se dice aparece en la oscuridad, persiguiendo a quienes se aventuran a cruzar su estructura.
Inaugurado en 1912 en medio del fragor de la Revolución Mexicana, este puente ferroviario no solo unió a Torreón y Gómez Palacio, sino que también se convirtió en un símbolo de progreso y, con el tiempo, de tragedia. Su imponente estructura, que se alza sobre el caudal del Nazas, ha cobrado la vida de muchas personas, quienes, en su intento por cruzar, se encontraron con la cruel fatalidad del tren que, como una serpiente de fuego, arrasa con todo a su paso.
La leyenda del garrotero, cuyo nombre real se perdió en el tiempo, se forjó a partir de un trágico suceso: un jornalero que, tras años de labor en las vías, encontró su muerte al ser arrollado por un tren. Sin embargo, su historia no terminó con su fallecimiento. Se dice que su espíritu, incapaz de encontrar descanso, vaga por el puente, buscando a los incautos que se atreven a cruzarlo.
Manuel Castro, un escéptico que solía escuchar las historias de su padre, se convirtió en testigo de lo inexplicable. Una noche, él y su amigo Emilio Estrada observaron una luz misteriosa emerger de un mezquite cercano. A medida que la luz se acercaba, se dieron cuenta de que era un hombre vestido con un pantalón de mezclilla que flotaba sobre las vías. Al llegar al centro del puente, la figura desapareció, dejando a los jóvenes paralizados por el miedo.
Al día siguiente, impulsados por la curiosidad, regresaron al lugar donde había aparecido la luz. Su investigación los llevó a descubrir una osamenta humana, cuyos restos revelaron la existencia de un individuo de edad avanzada. Este hallazgo solo intensificó la atmósfera de misterio que rodeaba al Puente Negro.
Carlos Piña Hernández, conocido como “el Borrado”, también vivió su propia experiencia aterradora. Tras una fiesta en la ribera opuesta del Nazas, se dirigía de regreso cuando sintió que alguien lo seguía. Al voltear, vio a un hombre con una lámpara, pero al fijarse bien, notó que sus piernas estaban ausentes; flotaba, tal como la leyenda lo describe. Sin poder contener el terror, corrió con todas sus fuerzas, mientras el espectro desaparecía en la penumbra.
A pesar de que en 1993 el puente fue remodelado y pintado de naranja, el terror que infunde se mantiene. Los residentes aseguran que algunos tramos no fueron repintados por el miedo que inspira su historia. El último suceso inexplicable ocurrió en mayo de 1994, cuando un depósito de llantas se incendió misteriosamente. Los vecinos especulan que podría haber sido causado por una lámpara de carburo, quizás la misma que usaba el garrotero.