Era una noche de 1957, cuando los pobladores del ejido Campana, en el municipio de Tlahualilo, Durango, comenzaron a escuchar unas campanadas que provenían desde lo alto del cerro, específicamente, doce campanadas.
Este suceso llegó a ocurrir durante varias noches, luego de que el reloj marcara las doce de la noche, las campanadas comenzaban a escucharse. Los lugareños con el mismo asombro que la primera vez, entre asustados y curiosos se preguntaban de dónde venían aquel ruido, ya que en el ejido no había ningún campanario.
Una noche, la doceava campanada logró sonar estruendosamente, lo que hizo que los vecinos que se encontraban dormidos, se despertaran asombrados. Uno de ellos, José Albino, quien no podía conciliar el sueño esa noche, también logró escucharla y al mismo tiempo, fue el primero en ver una cruz de piedra en lo alto del cerro.
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En esa ocasión, todos los vecinos se quedaron admirando la piedra, pero al llegar el amanecer se regresaron a sus casas. Ese no fue el caso de José Albino, quien permaneció ahí intacto y paralizado ante la imagen que había visto.
Tanto fue la hipnotización ante la piedra de cruz, que una fuerza interior lo hizo subir hasta la cima del cerro, cuando llegó ahí, un fuerte viento lo esperaba junto con una mezcla de tierra y papeles, sin embargo, José Albino no dejaba de apreciar la piedra de cruz.
Fue hasta que un papel llegó hacía él, pero Albino no le tomó importancia y continuó con su mirada fija en aquella piedra. El fuerte viento logró levantar nuevamente aquel papel, llegando hasta la mirada de José.
En ese momento, Albino tuvo miedo de que tuviera alguna clase de maldición, por lo que salió corriendo. Sin embargo, una voz potente le decía que lo leyera. Nuevamente, Albino logró recoger el papel y comenzó a leer lo que estaba escrito.
Al bajar del cerro, José Albino llevaba una expresión de sorpresa en su cara, misma que le sorprendió ver a una de sus vecinas, quien lo vio pasar con gran asombro. José Albino le dijo que llamara a todos los del ejido a que se reunirán pronto, ya que tenía una noticia que darles. La mujer logró llamar a sus vecinos y los reunió en un mismo lugar.
José Albino comenzó diciéndoles que las doce campanas que escuchaban todas las noches efectivamente provenían del cerro, ya que había una iglesia encantada llena de oro y piedras preciosas.
Les explicó que un año atrás, unos indios hechiceros habían arrojado uno de sus trucos mágicos, logrando encantar a la iglesia, y que, aunque escuchaban las campanadas, ninguno de ellos podía ver el templo.
Sin embargo, lo que les diría después, dejó a sus vecinos sorprendidos, ya que, para terminar con el hechizo, era necesario que una mujer diera a luz a su primogénito, en punto de las doce de la noche, en la puerta principal.
José Albino le dijo también que debían encontrar primero la puerta principal, y después se quedó callado. Parecía un hombre pálido y fatigado. Al verlo así, sus vecinos lo llevaron al médico, pero al poco tiempo murió.
Luego de lo sucedido, José Albino fue velado, y sepultado al día siguiente en el ejido Campana. Al día de hoy, se dice que las campanadas dejaron de escucharse y que, hasta la fecha, no ha habido ninguna embarazada que se haya animado a parir en la cima del cerro.