Vestidos con un colador de pasta en la cabeza o un sombrero pirata. Así es como profesan su fe los creyentes de una religión que adora a una masa de espagueti con albóndigas que vuela. Te presentamos a los pastafari, una religión reconocida en varios países y que busca su propio espacio en el mundo.
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Monsevol, la religión del espagueti volador
Hay que ser sinceros, el ser reconocidos poco y nada les impide dormir. Así como tampoco les quita el sueño adorar a su dios a cada minuto o cumplir los ‘condimentos’ al pie de la letra, pues su religión está basada en ‘sugerencia’. Si las cumples, bien; si no, no pasa nada. Porque Monsevol no está mirando todo el tiempo, de hecho, es una deidad bastante despreocupada.
Tan despreocupada que a diferencia de otras religiones, Monsevol siempre será sordo a cualquier oración, jamás hará un milagro, así que pedirle ayuda es una pérdida de tiempo.
Esta despreocupación procede directamente de su libro sagrado ‘Evangelio del monstruo de espagueti volador’, donde detalla el espíritu parrandero y desordenado de Monesvol. Según el texto, el monstruo creó al mundo en medio de una borrachera, y es por culpa de esa resaca que existen tantas imperfecciones en nuestro planeta y resto de la creación.
Su despreocupación no significa que no ame su creación, por el contrario, la quiere tanto que no obliga a sus creyentes a nada. Solo les sugiere seguir tres principios básicos:
Buscar lo que es bueno
Oponerse a lo que es malo
No discriminar bajo ninguna circunstancia
Los días festivos también son parte de esta religión, el principal es el viernes, quinto día de la semana, donde se celebra con cerveza el final de la creación del mundo por parte de un borracho Monesvol. “Lo creó en cinco días. Fue al menos un 20% más eficiente que el Dios judeocristiano”, afirma este fiel seguidor de Monesvol.
Otro es el ‘Ramedán’, que es un día escogido entre los seguidores de esta religión para reunirse alrededor de un plato de sopa ramen. y la ya mencionada ‘Pastua’ es otra fecha de reunión en la que se congregan a disfrutar de un plato de pasta. “Si se conmemoran está bien, si no, no pasa nada. No hay castigo ni sentimiento de culpa. Es libre albedrío”, reitera Villamizar.
La esencia, la salsa de esta religión, está su discurso de no discriminar a nadie. Y una vez defender esa idea por poco les cuesta la integridad personal. “En la marcha del 11 de agosto, la de la homofobia, sentimos el deber de estar presentes. Fuimos cuatro de nosotros, disfrazados de piratas, con carteles invitando a no discriminar a la población LGBTI y al lado teníamos un dibujo de Monesvol. Una de nuestras compañeras resultó golpeada y la policía tuvo que detener a los otros manifestantes. ¡Nos querían linchar!”, relata.