El puesto de gorditas que el pasado jueves sufrió una explosión en el Centro de Torreón, es un negocio familiar con más de 20 años de tradición; la familia Bustos fue heredando el gusto por la elaboración y venta de este típico platillo lagunero, por lo que muchos de sus integrantes se dedican a esto y tienen negocios propios.
Alfredo Bustos Ávalos, viven en la Antigua Aceitera, una de las colonias emblemáticas del viejo Torreón; en su casa, ubicada en calle Cuarta número 201, también vende gorditas junto con su esposa y este puesto, de la Valdez Carrillo esquina con bulevar Revolución, es ahora propiedad de su nuera, Diana Hernández.
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Este viernes el puesto estaba cerrado, pero don Alfredo, asegura que no fue a raíz del incidente del día anterior, sino por el hecho de que su nuera, tenía pendiente una intervención quirúrgica que ya había programado y se encuentra hospitalizada.
“Pero todo está bien, vamos a seguir trabajando; mire cómo está el puesto, no fue gran cosa lo que ocasionó de daños y las muchachas que trabajan aquí van a seguir abriendo pero ahorita se complicó la situación por la operación de mi nuera, por eso vine yo a darle la vuelta”.
Dijo que el incidente no pasó a mayores y que por el contrario, servirá tanto como para extremar precauciones siempre, como para valorar lo que se tiene y cuidarlo más; no hubo personas afectadas, ni daños considerables a su patrimonio con el accidente que hubo, por el contrario, lo tomarán como un impulso para trabajar más y seguir adelante.
De una generación a otra
Este puesto lo inició su cuñada, trabajó por unos 18 a 20 años; luego se lo vendió a su hijo y fue la esposa de éste quien empezó a vender gorditas; serán unos cuatro o cinco años apenas, que ellos decidieron adquirirlo y continuar con esta tradición de muchos años, incluso, la tía ya falleció.
Su hijo y su esposa han salido adelante gracias a este pequeño negocio familiar, en el que además trabajan las dos hermanas de Diana, Linda y Rocío, según indicó don Alfredo.
“Mi cuñada siempre fue vendedora, incluso antes todavía se ponía a vender algunas cosas afuera de Del Sol, pero con el puesto ya no podía ella y por eso lo vendió”.
A este lugar viene mucha gente a comprar sus gorditas y a pesar de tener prácticamente una nueva administración, conserva la tradición del sazón y calidad en sus alimentos; ya tiene su clientela y acude gente del Museo del Ferrocarril que está a un costado, pero también de la Alianza, de las terminales de autobuses que están enfrente y en sí de todo el Centro, además de que tiene una buena ubicación y pasa mucha gente.
“Mi nuera mandó a poner todo esto, estaba al aire libre y lo ha arreglado; se ha movilizado, ella es muy trabajadora y mi hijo trabaja, mientras ella continúa con el negocio”.
Tradición gordera
Alfredo dijo que toda su familia ha sido de gorderos; su esposa y él tienen ya 25 años vendiendo este delicioso manjar lagunero en su domicilio; ya solo trabajan de lunes a jueves y una de sus hijas los apoya con algo de recursos ahora que ya son adultos mayores.
“Yo empiezo desde las siete y ya para las ocho ya hice 100 gorditas para que estén listas para cuando la gente empiece a pedir; mi esposa es la que hace todos los guisos”, comentó don Alfredo.
Este hombre a sus 72 años, sigue siendo productivo, trabaja en su casa vendiendo con su esposa o en ocasiones en el puesto con su nuera, se encarga de limpiar, abrir, cobrar o de lo que puede, mientras recibe un pago.
Además, han vivido de las gorditas toda una vida y también tiene una hermana que vive en Estados Unidos y allá también vende este platillo. “Tengo otra hija acá en la Compresora y también vende gorditas”
Para esta familia siempre ha sido una tradición vivir de la venta de gorditas y es algo que seguirán haciendo mientras continúen en el gusto de los comensales laguneros.