El VIH y el SIDA son a menudo malinterpretados como términos intercambiables, pero existe una diferencia crucial entre ambos. En esta guía informativa, exploraremos las características distintivas de estas enfermedades, así como las formas de transmisión y detección.
Ambos se contagian principalmente mediante el contacto con fluidos corporales infectados, incluyendo sangre, semen, fluido vaginal y leche materna. Las vías de transmisión abarcan relaciones sexuales sin protección, uso compartido de agujas y transmisión de madre a hijo durante el embarazo, parto o lactancia.
VIH y SIDA: síntomas
El VIH, un retrovirus, ataca el sistema inmunológico, debilitando gradualmente las defensas naturales del cuerpo. Los síntomas iniciales incluyen fiebre, fatiga, dolor de garganta y erupciones cutáneas. A medida que progresa, pueden surgir síntomas más graves como pérdida de peso y diarrea crónica. La detección temprana, posible mediante pruebas de anticuerpos, antígeno p24 o ELISA, es crucial para gestionar la infección.
El SIDA, etapa avanzada de la infección por VIH, se caracteriza por la extrema debilitación del sistema inmunológico. Los síntomas abarcan infecciones recurrentes, pérdida de peso, fiebre persistente, sudores nocturnos y fatiga extrema. La falta de capacidad del sistema inmunológico para combatir infecciones comunes puede resultar fatal.
Detectar el VIH temprano es esencial para evitar la progresión al SIDA. Las pruebas comunes incluyen la de anticuerpos, antígeno p24 o ELISA. Un resultado positivo en la prueba de ELISA requiere confirmación adicional.
Prácticas seguras, acceso a la terapia antirretroviral (TAR) y detección temprana son cruciales. Avances médicos han transformado significativamente la calidad de vida de aquellos con VIH, permitiéndoles llevar vidas más prolongadas y saludables.
La conciencia sobre las diferencias entre VIH y SIDA, junto con la promoción de la prevención y detección temprana, son pilares fundamentales en la lucha contra estas enfermedades.