Dolor, angustia, lágrimas y una vida de constante incertidumbre, es lo que representa ser madre de un niño oncológico, siendo muerte la primera palabra que se les viene a la mente al enterarse que su hijo padece cáncer; además del terrible impacto emocional, está también la parte económica, ya que los tratamientos son muchas veces incosteables para las familias.
Este 15 de febrero se conmemora el Día Internacional del Cáncer Infantil, enfermedad que en México causa el fallecimiento de dos mil infantes al año.
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Para conocer lo difícil que es ser madre de un niño oncológico, El Sol de La Laguna platicó con Gabriela y Lidia, compartiendo ambas su conmovedor testimonio.
GABRIELA
Gabriela Macías es mamá de Bruno, quien contaba con apenas dos años de edad cuando le diagnosticaron un tipo de cáncer en la sangre:
“Desde hace 4 años estamos luchando contra una enfermedad que se llama ‘púrpura’, una enfermedad en la sangre, desafortunadamente en el caso de mi hijo se hizo grave, se hizo crónica, él ahorita tiene una trombocitopenia (pocas plaquetas) severa, su estado de salud es delicado, nuestra esperanza era una esplenectomía, que es la extirpación del vaso sanguíneo, la cual se realizó en mayo del año pasado, desafortunadamente no hubo respuesta favorable y seguimos luchamos todos los días para que esté estable”.
Para Gaby, ser madre de un niño oncológico “es suspenderte totalmente, es dejar tus sueños, tus proyectos, hacerlos a un lado para estar pendiente de él, es ir al hospital y dar gracias por el pinchazo certero, para que no lo estén picando tantas veces, es aguantarte el hambre, aguantarte las lágrimas y ver a tu hijo y decirle que todo va a estar bien”.
Cuando llega una enfermedad como ésta a tu vida, “no queda otra más que ser fuerte, levantar la cabeza y decir ‘vamos por un día más, sí podemos’”.
El costo económico es otro factor complicado de afrontar: “ahorita Bruno está tomando un medicamento que cuesta 24 mil pesos, yo lo compré durante seis meses, nosotros no contamos con apoyo de ninguna asociación, ni fundaciones, ni nada, esos seis meses yo me hice cargo del tratamiento, ahorita gracias a Dios el seguro ya lo está manejando, cada pastilla me costaba mil pesos al día, era muy pesado”.
Bruno ahora tiene seis años y a su corta edad ya asimila la vida que lleva: “ya aprendió que no puede salir a jugar, no puede andar en bici, no puede hacer nada de lo que un niño normalmente hace, es difícil para él, pero lo va entendiendo poco a poco”.
Aunque Gaby confía en que Dios obrará en Bruno, reconoce que algunas veces siente que ya no puede más: “esto te sobrepasa, porque vas con toda la esperanza e ilusión y que llegues al hospital y te digan ‘está mal, no hay respuesta’, solo te puedes agarrar de Dios para no caerte y seguir avanzando un día más”.
Para solventar gastos y demás necesidades, Gabriela creó la página en Facebook Todo por Bruno, a través de la cual recibe ayuda o hace saber de diversas actividades que realiza para hacerse de recursos: “somos un grupo de mamis que nos unimos, nos ponemos a vender postres, hacemos actividades, hemos conseguido sillas de ruedas, tanques de oxígeno, medicamentos muy costosos, entre otras cosas. Tenemos una lista de 79 pequeños, nos pueden contactar en Facebook o también pueden mandar un mensaje de WhatsApp al 87-12-79-31-94”.
LIDIA
Lidia González es mamá de Luna:
“Luna es diagnosticada en el 2017 con una leucemia muy agresiva, ella tenía 5 años, ahorita tiene 10, acabamos de cumplir los 5 años en esta lucha. Los doctores nos decían que no se le podían poner quimios porque estaba muy chiquita, fue después de 15 días que iniciamos con las quimios, la primera la soportó bien, en la segunda no la aguantó, le quiso dar un infarto, estuvieron a punto de intubarla”.
En el 2019, Luna fue trasplantada de médula, lo cual funcionó bien por dos años, sin embargo vino una recaída muy fuerte y fue desahuciada: “pedimos el alta voluntaria porque ella no quería estar en el hospital, bendito Dios, siempre he dicho que el mero bueno es Dios, Luna se hizo muy devota de la virgen de San Juan, pedimos el alta voluntaria, nos la llevamos a ver la virgen de San Juan, la llevamos a la playa como ella quería, en sus últimos momentos ella quería disfrutar y viajar, regresamos sorprendidos porque ya pasaron dos año de esos, casi tres de que la habían desahuciado y aquí seguimos”.
Lidia destaca que Luna es una niña muy fuerte, “siempre le he dicho que es mi maestra de vida, porque con ella yo siempre dije que sería fuerte y que siempre le echaría ganas a la vida, con ella aprendí lo que verdaderamente es la vida, ella en los momentos más complicados siempre ha tenido una sonrisa, sí ha llorado en alguna ocasión, cuando su cuerpo no le respondía como ella quería, pero siempre ha estado ahí, ella es la fuerte, le digo hija yo soy tu alumna y mientras tú no te quiebres aquí voy a estar al pie del cañón”.
Aunque han sido años muy pesados, en lo emocional y económico, Lidia asegura que ha valido la pena: “ella me ha pedido disculpas, me dice ‘mamá tú vienes y no comes, a veces no duermes y te malpasas’, le digo ‘hija todo esto es por amor y porque al verte yo bien, a mí no me cala el hambre, ni me cala el sueño”.
Afortunadamente, Luna llegó gracias a su mamá a Casa Feliz, un lugar donde fueron recibidas de la mejor manera y se les dio todo tipo de apoyo, desde lo emocional, hasta lo económico: “mi hijo estaba estudiando arquitectura y se tuvo que salir de la escuela, mi hija estaba estudiando enfermería y se tuvo que salir, porque no podíamos, vendimos muebles, ropa, limpiamos los clósets para vender todo, fueron cosas que no queríamos perder y al final las perdimos, ahorita Casa Feliz nos ayuda en todo”.
A 5 años de recibir la terrible noticia del cáncer de su hija, Lidia ve un mejor panorama y se dice orgullosa de su pequeña Luna: “le digo que hay que vivir solo por hoy y que la amo, que es mi fortaleza, mi vida, ella es mi maestra y es mi amor, es mi motor, es todo para mí, es una niña muy valiente y siempre le digo que es la guerrera de la casa”.