El hábito de ducharse con agua caliente y luego exponerse al frío es común en épocas de bajas temperaturas, como el invierno. Sin embargo, es importante comprender los riesgos que esto conlleva para la salud y cómo prevenir problemas relacionados con cambios bruscos de temperatura.
El neumólogo Fernando Rodríguez advierte que salir al frío después de una ducha caliente puede aumentar el riesgo de infecciones respiratorias, alergias e hiperactividad bronquial. Estos cambios de temperatura pueden provocar la inflamación y sequedad de las vías respiratorias, lo que facilita la entrada de virus y la congestión nasal.
El neumólogo Octavio Cubas enfatiza la importancia de abrigar especialmente la nariz para prevenir infecciones, ya que esta área es especialmente vulnerable. Recomienda evitar cambios bruscos de temperatura, lo que incluye no salir inmediatamente después de la ducha en hogares donde el baño no está contiguo a una habitación cerrada. Secarse y vestirse en el baño después de una ducha tibia es una opción para evitar la exposición al frío.
Sobre la temperatura del agua, los expertos aconsejan que no supere los 37º Celsius, ya que el agua excesivamente caliente puede causar desmayos en adultos mayores, resecar la piel y provocar la caída del cabello en hombres.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que las duchas diarias no deben durar más de cinco minutos para conservar agua y energía.
Por último, cabe destacar que las duchas frías tienen beneficios para la salud, como fortalecer el sistema inmunológico y mejorar la circulación sanguínea, proporcionando una piel más saludable.
En resumen, es esencial evitar cambios bruscos de temperatura y moderar la temperatura del agua en nuestras duchas, especialmente en climas fríos, para cuidar nuestra salud y bienestar. Mantener una rutina de higiene adecuada, con una frecuencia de duchas recomendada, es fundamental para mantener la piel y el cuerpo en buen estado.