/ sábado 10 de septiembre de 2022

Suicidio: ¿Cómo se afronta la pérdida de un ser querido en estas circunstancias?

“Mediante reflexión compasiva, fuerza de voluntad y aprendizaje arduo es cómo se sobrevive a una falta de este tipo”comentó Marcelo Ritter, coescritor de ’Cuando el amor es más fuerte que la muerte’

Para quienes han atravesado un episodio que implica un suicidio dentro de su familia o núcleo cercano saben que la pérdida es irreparable. -El tiempo no lo cura todo-, como expresa el dicho popular; el suicidio al igual que cualquier otra pérdida debe de pasar por una etapa de duelo apropiado y asistido, en el que la reflexión y comprensión tanto de los dolientes como el del resto del grupo sean legítimos, para poder dimensionar la ausencia del ser amado, tal y como nos advierten los especialistas Esteban Trevizo psicoanalista y académico del departamento de psicología de la Universidad Iberoamericana y el rabino y escritor Marcelo Ritter, cuyo trabajo como asesor espiritual durante más de 30 años lo han puesto a meditar profundamente si es posible superar un suceso de esta magnitud o no.

Y es que desde el año 2003 organismos como la OMS y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, se han dedicado activamente a divulgar, que el suicidio es un problema real de salud pública, que no ha sido atendido con la madurez e importancia que debiera desde hace décadas. Por ello, desde hace 19 años, cada 10 de septiembre se conmemora el ‘Día Mundial para la Prevención del Suicidio’ con el objetivo de concienciar a todos los niveles que el suicidio puede y debe prevenirse.

¿Pero qué pasa si no se pudo detener a tiempo?

El sentimiento de desarraigo que embarga a las personas próximas al fallecido es inmenso, el dolor es tan agudo, que en términos metafóricos puede ser descrito como -descarnado-, ya que la falta de comprensión de las personas hacia los motivos que orillaron al suicida hacia el ejercicio de su libertad sigue siendo tabú para las millones de familias que atraviesan este escenario. Por lo que una forma de sobrellevar esta situación es mediante el acompañamiento profesional a través de expertos de la salud como tanatólogos, psicólogos y filósofos, que nos puedan dar otro enfoque cuando ya ha sucedido este evento.

Foto: Pexels

“Desde el ámbito filosófico, cometer suicidio es un -acto de autonomía puro-, es concluir de manera abrupta con la existencia por voluntad propia, desde un punto de vista sociológico este evento tiene que ver con la -no identificación con la sociedad a la que se pertenece y en la cual se ha perdido la fe-, mientras que en términos clínicos, el suicidio sucede por motivos multifactoriales: desde recobrar el honor como es el caso para las culturas orientales como sucede con los kamizaces, hasta el deseo de acabar con el sufrimiento y la fatiga crónicos como pasa entre los adultos mayores en países nórdicos y finalmente por motivos como la depresión entre otros sentimientos de frustración muy enraizados que someten a la persona a tomar esa alternativa como acontece en el resto de Occidente diariamente.” advierte Trevizo, quien en su experiencia como terapeuta ha constatado que tanto familiares como sobrevivientes del suicidio, -son personas muy fuertes que han prolongado por mucho tiempo sensaciones de sufrimiento que son intolerables-. En sus palabras ninguna muerte por suicidio es una rendición, sino un acto de suma reflexión, en el cual, el que lo comete sabe que deja un gran hueco a su paso, por ello con regularidad redacta cartas o libera evidencias sobre su decisión final.

El dolor no es más que otra cara del amor

“Cuando uno de los nuestros se arranca la vida sin previo aviso nos toma por asalto como sociedad, pues evidencia que no atendimos a los llamados de auxilio de la persona, generando culpa entre los familiares. Es cuando surgen los ‘hubiera hecho tal o cual cosa’, sentimientos que nos atormentan terriblemente. En cualquier modo ninguna dosis de remordimientos cambiará los hechos, lo mejor que podemos hacer es entender que la persona que ya no está entre nosotros meditó mucho tiempo esa alternativa antes de tomarla y que como dolientes cuestionar su decisión es imbatible”, nos dice Marcelo Ritter, quien en su amplia experiencia como rabino y conferencista, ha podido brindar apoyo a padres de familia con hijos desaparecidos, suicidas y enfermos terminales.

“El dolor no es más que el otro lado de la moneda del amor, -quien ama mucho, también siente mucho-, es consciente de que sus emociones son profundas, y el duelo que viven es proporcional al nivel de cariño que experimentan por el que ya no está presente; todo ese afecto no se desvanece con la falta de la persona, sino que toma formas y caminos diferentes” advierte Ritter, quien coeditó el libro “Cuando el amor es más fuerte que la muerte”, junto con la reconocida terapeuta mexicana Ana Gladys Vargas, en 2019 con quien ha apoyado a diversos grupos vulnerables, como las víctimas del siniestro de la Guardería ABC en el 2009 entre otros a lo largo de los años, vaciando todos aquellos testimonios y aprendizajes en este texto.

“Recuerdo alguna vez cuando me entrevisté con una madre cuya hija se quitó la vida siendo ésta muy joven, y me dijo: ‘Qué hago con este amor que le tengo a mi niña, a quién se lo doy ahora, a quién le dejo sus cosas,… si ya no soy madre nadie quién soy, me he quedado huérfana de ella’, sus palabras me hicieron pensar que no existe un término en el diccionario cuando un padre entierra un hijo. La norma es que ellos lo sepulten a uno no al revés.” añade el rabino, quien tras una exégesis profunda de las sagradas escrituras entre otros estudios complementarios tiene a bien expresar lo siguiente, “El amor como la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, tal vez todo ese cariño que estaba destinado a un ser querido, ahora lo puedes hacer extensivo a otros e incluso a ti mismo; por ejemplo dar clase, ponerte en contacto con tu lado más sensible, apoyar a los que más lo necesitan. La vida obra en modos misteriosos, pero incluso ahí donde parece que todo es tiniebla, es posible resurgir.” comenta el también líder de la comunidad judaica en México, quien tras su contacto con padres, hermanos, parejas e hijos de suicidas ha podido ver de primera mano cómo aquellas personas que viven experiencias de este tipo se transforman por completo en agentes del cambio, al crear ONG´s, fomentos o toda clase de instrumentos para frenar a otros a considerar el suicidio como opción.

Después del suicidio

Tanto Ritter como Trevizo afirman que no existe una ruta o camino único hacia la sanación, cada persona lleva un proceso diferente que puede prolongarse en diversas trayectorias; no obstante ambos estudiosos admiten que aquellas personas que se sobreponen al duelo a menudo son individuos muy valientes que hacen frente al problema, hablan sobre el tema, comparten sus emociones y no se avergüenzan de su pasado, reconociendo que siempre existirán las interrogantes vacías, pero están dispuestos a no cuestionar el abandono de su ser querido, en vez de ello honran su memoria, comunican las lecciones adquiridas en esta travesía llena de claroscuros para evolucionar como seres humanos al sensibilizarse de su condición mortal e individual, logrando alcanzar la paz.

Nota publicada originalmente en: El Heraldo de Chihuahua

Para quienes han atravesado un episodio que implica un suicidio dentro de su familia o núcleo cercano saben que la pérdida es irreparable. -El tiempo no lo cura todo-, como expresa el dicho popular; el suicidio al igual que cualquier otra pérdida debe de pasar por una etapa de duelo apropiado y asistido, en el que la reflexión y comprensión tanto de los dolientes como el del resto del grupo sean legítimos, para poder dimensionar la ausencia del ser amado, tal y como nos advierten los especialistas Esteban Trevizo psicoanalista y académico del departamento de psicología de la Universidad Iberoamericana y el rabino y escritor Marcelo Ritter, cuyo trabajo como asesor espiritual durante más de 30 años lo han puesto a meditar profundamente si es posible superar un suceso de esta magnitud o no.

Y es que desde el año 2003 organismos como la OMS y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, se han dedicado activamente a divulgar, que el suicidio es un problema real de salud pública, que no ha sido atendido con la madurez e importancia que debiera desde hace décadas. Por ello, desde hace 19 años, cada 10 de septiembre se conmemora el ‘Día Mundial para la Prevención del Suicidio’ con el objetivo de concienciar a todos los niveles que el suicidio puede y debe prevenirse.

¿Pero qué pasa si no se pudo detener a tiempo?

El sentimiento de desarraigo que embarga a las personas próximas al fallecido es inmenso, el dolor es tan agudo, que en términos metafóricos puede ser descrito como -descarnado-, ya que la falta de comprensión de las personas hacia los motivos que orillaron al suicida hacia el ejercicio de su libertad sigue siendo tabú para las millones de familias que atraviesan este escenario. Por lo que una forma de sobrellevar esta situación es mediante el acompañamiento profesional a través de expertos de la salud como tanatólogos, psicólogos y filósofos, que nos puedan dar otro enfoque cuando ya ha sucedido este evento.

Foto: Pexels

“Desde el ámbito filosófico, cometer suicidio es un -acto de autonomía puro-, es concluir de manera abrupta con la existencia por voluntad propia, desde un punto de vista sociológico este evento tiene que ver con la -no identificación con la sociedad a la que se pertenece y en la cual se ha perdido la fe-, mientras que en términos clínicos, el suicidio sucede por motivos multifactoriales: desde recobrar el honor como es el caso para las culturas orientales como sucede con los kamizaces, hasta el deseo de acabar con el sufrimiento y la fatiga crónicos como pasa entre los adultos mayores en países nórdicos y finalmente por motivos como la depresión entre otros sentimientos de frustración muy enraizados que someten a la persona a tomar esa alternativa como acontece en el resto de Occidente diariamente.” advierte Trevizo, quien en su experiencia como terapeuta ha constatado que tanto familiares como sobrevivientes del suicidio, -son personas muy fuertes que han prolongado por mucho tiempo sensaciones de sufrimiento que son intolerables-. En sus palabras ninguna muerte por suicidio es una rendición, sino un acto de suma reflexión, en el cual, el que lo comete sabe que deja un gran hueco a su paso, por ello con regularidad redacta cartas o libera evidencias sobre su decisión final.

El dolor no es más que otra cara del amor

“Cuando uno de los nuestros se arranca la vida sin previo aviso nos toma por asalto como sociedad, pues evidencia que no atendimos a los llamados de auxilio de la persona, generando culpa entre los familiares. Es cuando surgen los ‘hubiera hecho tal o cual cosa’, sentimientos que nos atormentan terriblemente. En cualquier modo ninguna dosis de remordimientos cambiará los hechos, lo mejor que podemos hacer es entender que la persona que ya no está entre nosotros meditó mucho tiempo esa alternativa antes de tomarla y que como dolientes cuestionar su decisión es imbatible”, nos dice Marcelo Ritter, quien en su amplia experiencia como rabino y conferencista, ha podido brindar apoyo a padres de familia con hijos desaparecidos, suicidas y enfermos terminales.

“El dolor no es más que el otro lado de la moneda del amor, -quien ama mucho, también siente mucho-, es consciente de que sus emociones son profundas, y el duelo que viven es proporcional al nivel de cariño que experimentan por el que ya no está presente; todo ese afecto no se desvanece con la falta de la persona, sino que toma formas y caminos diferentes” advierte Ritter, quien coeditó el libro “Cuando el amor es más fuerte que la muerte”, junto con la reconocida terapeuta mexicana Ana Gladys Vargas, en 2019 con quien ha apoyado a diversos grupos vulnerables, como las víctimas del siniestro de la Guardería ABC en el 2009 entre otros a lo largo de los años, vaciando todos aquellos testimonios y aprendizajes en este texto.

“Recuerdo alguna vez cuando me entrevisté con una madre cuya hija se quitó la vida siendo ésta muy joven, y me dijo: ‘Qué hago con este amor que le tengo a mi niña, a quién se lo doy ahora, a quién le dejo sus cosas,… si ya no soy madre nadie quién soy, me he quedado huérfana de ella’, sus palabras me hicieron pensar que no existe un término en el diccionario cuando un padre entierra un hijo. La norma es que ellos lo sepulten a uno no al revés.” añade el rabino, quien tras una exégesis profunda de las sagradas escrituras entre otros estudios complementarios tiene a bien expresar lo siguiente, “El amor como la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, tal vez todo ese cariño que estaba destinado a un ser querido, ahora lo puedes hacer extensivo a otros e incluso a ti mismo; por ejemplo dar clase, ponerte en contacto con tu lado más sensible, apoyar a los que más lo necesitan. La vida obra en modos misteriosos, pero incluso ahí donde parece que todo es tiniebla, es posible resurgir.” comenta el también líder de la comunidad judaica en México, quien tras su contacto con padres, hermanos, parejas e hijos de suicidas ha podido ver de primera mano cómo aquellas personas que viven experiencias de este tipo se transforman por completo en agentes del cambio, al crear ONG´s, fomentos o toda clase de instrumentos para frenar a otros a considerar el suicidio como opción.

Después del suicidio

Tanto Ritter como Trevizo afirman que no existe una ruta o camino único hacia la sanación, cada persona lleva un proceso diferente que puede prolongarse en diversas trayectorias; no obstante ambos estudiosos admiten que aquellas personas que se sobreponen al duelo a menudo son individuos muy valientes que hacen frente al problema, hablan sobre el tema, comparten sus emociones y no se avergüenzan de su pasado, reconociendo que siempre existirán las interrogantes vacías, pero están dispuestos a no cuestionar el abandono de su ser querido, en vez de ello honran su memoria, comunican las lecciones adquiridas en esta travesía llena de claroscuros para evolucionar como seres humanos al sensibilizarse de su condición mortal e individual, logrando alcanzar la paz.

Nota publicada originalmente en: El Heraldo de Chihuahua

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