En Viesca muchas cosas han cambiado con el paso de los años, muchas han muerto, desde lo más básico y fundamental de la naturaleza hasta las más prósperas fuentes de trabajo. Se extinguieron manantiales, ojos de agua, se agudizó la escasez en todo el municipio, lo cual perjudicó la principal fuente de ingresos de sus pobladores, la agricultura y ganadería.
Después de esto surgió una nueva esperanza, la fábrica de sal y sulfato de sodio que dio trabajo a cientos de pobladores que resultaba ser parte fundamental de la economía de los habitantes de este municipio y sus familias.
De la famosa fábrica de sal solo quedan ruinas, vestigios de lo que fue un centro altamente productivo, donde otra riqueza natural era explotada para darle un gran valor agregado y potencializar la economía de los habitantes.
Hoy está venida abajo, petrificada, las estructuras totalmente cubiertas por el óxido y la sal que quedó; antes de llegar al pueblo mágico se pueden encontrar estos vestigios. Hoy solo son un atractivo turístico, parte del recuerdo del recorrido y de las anécdotas que se cuentan cuando los visitantes acuden a este lugar.
La importancia de una empresa local
Esa fábrica se llamó “Sulfato de Viesca” y era considerada como la salvadora. “Fue la que vino a salvar al pueblo para que no se extinguiera; su construcción inició en 1950 y tardó dos años, en 1952 empezó a producir”, recuerda Manuel Lastra, cronista del Pueblo Mágico de Viesca.
“Duró 40 años produciendo sal y sulfato y generando recursos y empleo para su gente; fue un paliativo por así decirlo cuando se extinguieron los manantiales que fue un tiempo en el que mucha gente se fue de aquí “.
Fue la que sostuvo económicamente porque cuando se acabó la agricultura y ganadería que era la actividad principal, la gente que se quedó se empleaba en ella; llegó a dar trabajo a 400 personas, además de los empleos indirectos que generaba.
“Y se mantuvo el pueblo con eso, si no quién sabe qué hubiera pasado porque aquí la agricultura y ganadería era lo más fuerte y se acabó junto con el agua, Pero por Sulfato se Viesca fue que no se terminó el pueblo”, dijo don Manuel.
El aprovechamiento de una riqueza natural
A 15 kilómetros al norte de Viesca existían unas salinas, que los antepasados indígenas explotaban; eran llamados indios salineros que sacaban de ahí la sal en grano. En ese lugar prevalecía el agua salada, otra riqueza que el pueblo supo explotar por un tiempo, para poder extraer la sal.
La empresa hizo un acueducto desde ese lugar para trasladar el agua y sacar la materia prima que es la salmuera y en unas piletas las mezclaban con cal y otros elementos, para separar el sulfato del cloruro de sodio que es la sal; en la salmuera venía un 50 y 50 por ciento.
Lo que más dejaba recursos era el sulfato, elemento que se utiliza mucho para elaborar productos como pastas dentales, jabones, detergentes y otros dentro de la industria química y farmacéutica; se distribuía en todo el país a diferentes empresas y algunas venía directamente por él porque era de alta calidad.
“La sal también, que ya era un producto extra que se generaba y no era tan costoso, pero resultaba buen negocio también; el del dinero era el sulfato, ese sí se cotizaba bien y se vendía bastante”.
La sal se refinaba y se vendía ya como sal de mesa; era de aquí de donde surgía la materia prima para la Sal Hada, conocida por muchas generaciones. Los dueños de la extinta fábrica vendieron la patente y ahora la elabora una planta de Monterrey, pero anteriormente esa marca de sal era de Viesca.
La decadencia de la fábrica de sal
Se habla en el pueblo de varios factores que hicieron que Sulfato de Viesca se viniera abajo; la sal es un corrosivo muy fuerte que fue desgastando todas las estructuras, que además ya eran muy antiguas y obsoletas, las tarifas de energía eléctrica fueron aumentando, el combustóleo para las enormes calderas.
Poco a poco también comenzó a generarse una baja en la producción de sulfato y de sal; comenzaron las demandas laborales por parte de los trabajadores, exigencias sindicales que según la empresa no podía resolver.
El cronista y guía de turistas del pueblo, cuenta que llegó un momento en que fue insostenible la situación y estalló la huelga; poco después, cerró definitivamente y sus instalaciones quedaron ahí, sin vender, sin utilizar, solo consumiéndose entre la sal.
“Ahí hay una gran parte que se ve como si fuera nieve, es pura sal y le agregaban cal, era desperdicio y se iba acumulando y por eso se ve así. Hay turistas que piden que los lleve ahí, aunque es un lugar muy abandonado, pero a la gente le gusta porque salen fotos muy bonitas ahí”, dijo Manuel.
Incluso, entre ruinas quedó un tronco de árbol que se fosilizó por el alto contenido de sal; se ve blanco, grande e imponente; ahí se pueden ver bellos atardeceres y en este árbol, se disfruta de esa vista, donde los foráneos gustan de hacer fotografías y hasta sesiones para el recuerdo.