Ese domingo, Jesús Dimas Maciel pensaba cuál sería el marcador del partido Santos – América en el antiguo Estadio Corona. Era el último torneo largo del futbol mexicano y el equipo dirigido por Alfredo Tena, no calificaría a la postemporada. La desazón por jugarse el puro orgullo, era compensada por la cumbia tropical que reproducían en los autos, en las calles.
Todo era cotidiano a través de la ventanilla de un camión de la línea San Joaquín. Los 29 grados celsius registrados a la hora más perra de ese 31 de marzo de 1996, no fundirían en la cancha a la tripleta gatillera liderada por Luis García, Kalusha y Francois Omam-Biyik.
La marcha del camión se detuvo a unas calles de la Alameda Zaragoza. El chofer explicó que había mucha gente en el baile al aire libre que cada fin de semana organizaba una estación de radio local. Así que Jesús Dimas Maciel, un ingeniero mecánico nacido y criado en la colonia Victoria, pensó que todo el gentío acumulado en esa plaza era porque iban a ver a algún grupo local, tal vez Tropicalísimo Apache, o Sonora Everest. Alguno que no recordaba cuando le contaron que su grupo, Chicos de Barrio, iba a tocar por primera vez en Torreón.
— Toda la gente del camión se bajó, todos iban al evento. Me fui caminando a la Alameda y cuando voy llegando veo que toda la gente estaba moviendo el camión de nosotros. Había unas 50,000 personas en el evento.
Jesús Dimas Maciel entendió que la multitud era a causa de la presentación de ellos. Una persona de seguridad de Chicos de Barrio, gritó: Ábranla que ahí viene Dimas.
En ese entonces no existían redes sociales, ni páginas de Internet donde difundir su música, chismes o fotografías. A través de Rosy Rangel, una programadora de radio especializada en música grupera, dieron a conocer algunas de sus canciones por un demo que le mandaron: La Cita, Rica y Apretadita y Triste Lagunera, fueron las interpretaciones que más sonaron.
Sorprendidos por el recibimiento, los integrantes del grupo se juntaron en el camión e hicieron una oración. El evento fue suspendido por una pelea entre pandillas, donde murió un muchacho de una puñalada en el corazón.
Juan Ángel Nájera Veliz, Yiyo, ex tecladista de Chicos de Barrio, hijo de Ángel Nájera, fundador de Los Siete de Torreón, recuerda:
— Si nos afectó, pero desgraciadamente en México la publicidad mala te hace más conocido. Si hablan bien o mal de ti, estás en boca de todos. No estoy diciendo que esté bien. Nosotros decíamos: Que tristeza que haya pasado eso. Nosotros vamos a tocar. Nosotros no quisimos propiciar que se pelearan o que mataran a alguien.
Amador Granados, un empresario que se había ganado la lotería en Estados Unidos, visitó Torreón para invertir en propiedades y presenció un baile de Sonora Everest (De Juan Pablo Carreón, hoy Real Sonora), donde tocaban Jesús Dimas Maciel, Juan Ángel Nájera y Susana Ortiz. Al escucharlos quedó sorprendido por el sabor y sentimiento que imprimían en cada canción.
Amador conocía a Yiyo Nájera, propuso financiar la grabación de un disco en Estados Unidos para abrir mercado allá. A Juan Pablo Carreón no le interesó el proyecto y la mayoría de los integrantes salieron de Sonora Everest.
Ya instalados en Corona, California, Jesús Dimas Maciel, Juan Ángel Nájera, Susana Ortiz, Kiro Olvera, Beto Nájera, Ricardo Bañuelos, Gerardo Anguiano, Rafael Saucedo, El Capi y José Alfonso Muruaga, empezaron a grabar.
Susana Ortiz Morales, hija de Arturo Ortiz (Apache), nació con las cumbias en las venas. Empezó a cantar en Cachorros, un grupo familiar, luego entró a Sonora Everest. Sobre su experiencia en Estados Unidos, piensa:
— Sufrimos mucho. Íbamos nosotros a la aventura. Trabajamos en lugares muy pequeños.
En esas presentaciones fuera de casa, que duró diez meses, sus canciones ya sonaban en la radio de Torreón.
— Todo mundo escuchaba a Chicos de Barrio, pero nadie sabía quiénes eran, hasta que nos presentamos en la Alameda.
En Torreón había muchos grupos de cumbia, pero habría que diferenciarse de los demás con un estilo más rápido, más joven. El nombre fue la principal tarea que se llevaron a casa, y se le ocurrió al ex guitarrista José Alfonso Muruaga Alcalá.
— Veía muy gastados los términos de Tropicalísimo, Sonora, Grupo, Conjunto Fulano. Quería que cuando se refirieran a nosotros no usaran esos nombres.
Luego empezaron a trabajar en la imagen, Kiro Olvera había vivido en Estados Unidos. Vestía camisas y pantalones holgados, al igual que Rafael Saucedo, El Capi.
— Éramos de diferentes barrios. Después nos concentramos en Trincheras (Gómez Palacio).
En esa etapa en la colonia Trincheras, pegados al Cerro de la Pila, Alfonso Muruaga cuenta que esperaban a que Ricardo Bañuelos (saxofón) acabara de vender gorditas de harina en el negocio de su suegro: Gorditas El Güero.
— Eran épocas bien difíciles. Le decíamos: ¿No te sobraron gorditas? Hace hambre? Tráetelas cabrón.
El baile del domingo 31 de marzo de 1996, fue el último en la Alameda. Jesús Dimas Maciel cree que a partir de ahí comenzó el boom del grupo, y todos los integrantes fueron un complemento para el éxito.
Sufrieron discriminación por su vestimenta, fueron etiquetados, pensó Susana. Incluso después del algunos bailes la policía los detenía por su atuendo, hasta que explicaban que pertenecían al grupo
El momento cumbre, según Yiyo, fue de 2001 a 2005, cuando recibieron el primer disco de oro, viajaron a Estados Unidos y Sudamérica, además grabaron el tema de la caricatura Mucha lucha, transmitida por Cartoon Network.
— Pisamos el Auditorio Nacional, Plaza de Toros, Palacio de los Deportes, con eso me quedo. El chilango es un público difícil, nos veían vestido de cholos y decían: ¿Esos güeyes quiénes son? ¿Tocan rock? ¿Tocan cumbia? Empezábamos y no nos dejaban bajar...Yo defino la música como alegría, baile.