Hoy comienza un capítulo más de la historia política de México. La toma de posesión del Presidente Andrés Manuel López Obrador representa la culminación de un ejemplar proceso democrático, que tuvo su clímax el 1 de julio pasado cuando decenas de millones de mexicanos salimos a votar de manera libre y que fue seguida de una tersa transición de poderes, como hacía mucho no atestiguábamos en el país, lo cual debemos celebrar.
Llega el tiempo de iniciar un nuevo gobierno y de que todos los mexicanos mantengamos la unidad nacional por encima de nuestras diferencias, pues no tenemos tiempo que perder. Debemos seguir trabajando, invirtiendo, estudiando, para llevar al país a mejores estadios de bienestar, con menos desigualdad y más prosperidad.
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Ha acabado el proceso electoral, pero no la pluralidad política, que debe mantenerse viva y actuante, a manera de motor social y económico. El debate de las ideas, por encendido y divergente que pueda ser, jamás debe ser motivo de desunión, porque la polarización sólo nos llevaría a la inmovilidad.
Es la hora de asumir retos conjuntos con las nuevas autoridades, no sólo de nivel federal sino de los tres niveles de gobierno y de todo signo ideológico a lo largo y ancho del país. Es más lo que nos une que lo que nos divide, y hemos demostrado que somos capaces de guiar nuestro camino como nación dentro de la civilidad. Hoy es por México.