Los familiares de personas víctimas de desaparición forzada, han sufrido choques traumáticos, enfermedades por estrés: depresiones incurables, ataques de ansiedad. Además se han enfrentado a la pérdida de empleos, a la venta de propiedades, a la deserción escolar de sus hijos y a olvidarse de la vida misma para ir tras posibles pistas en su búsqueda diaria.
Silvia Ortiz Solís, mamá de Silvia Stephanie Sánchez Viesca Ortiz, “Fanny”, desaparecida en las calles de Torreón el 5 de noviembre del año 2004, reúne en su interior una historia de mucho dolor que no logran superar en la familia.
“El nivel de afectación que se tiene en lo familiar es muy grande. Yo recuerdo cuando desapareció la niña nos enfocamos a buscarla y nos olvidamos de todo lo demás. A mi el que más me llamaba la atención era mi hijo Michelle (el mayor), me decía que no tenía que dar lástima y que a pesar de que entendía mi sufrimiento de madre, él tenía que soportar el dolor de perder a su hermana, pero también el de verme sufrir así”.
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Silvia tuvo que aprender a ser fuerte por sus otros dos hijos, cuando quería llorar se escondía. También se enfrentó a la incomprensión de la familia cercana: “Tienes que mejorarte, echarle ganas, no pensar tanto en eso, distraerte, quieren que vayas a reuniones, pero no entienden realmente lo que significa este dolor y que es imposible realmente recuperarse de algo así; además, ir a esos lugares y ver a las familias completas mientras a la tuya le falta alguien, no comprenden que es insoportable”.
En su casa, contó Silvia Ortiz, se enfocaron en la búsqueda y se olvidaron de sus hijos: “Te lo digo honestamente, es un dolor que traigo arrastrando ahorita, que no me lo voy a perdonar nunca, porque por la búsqueda se quedaron sin escuela. Me siento culpable y sé que no debería de ser así, pero es algo que no puedo evitar”.
Actualmente sus dos hijos son hombres de bien, independientes y padres de familia (Michelle de 39 y Cristopher de 37), ambos mayores que Fanny. Asegura que han tenido complicaciones por la falta de estudios, pero continúan esforzándose y luchando por sobrevivir.
Cuando desapareció su hermana se vieron muy afectados; se dedicaron cada uno de diferentes maneras para buscar a su hermana. A Michelle le fue muy mal, logró recabar mucha información de ella y muchas personas.
“Se metió en todos lados, hasta el fondo y tiene mucha información de mucha gente que estuvo involucrada en todo esto y se las hemos proporcionado a la Fiscalía, pero no ha dado resultados, ha ayudado a otras familias, pero si le ha traído muchos problemas a mi hijo”.
Perdió las ganas de vivir y su salud
“Realmente ya no tenemos vida social, ni la misma familia nos comprende ni apoya. Yo fui dejando de hacer lo que me gustaba, dejé de jugar futbol, de juntarme con los amigos y sé que hice mal porque luego empezó a mermar mi salud, subí de peso y resulté con hígado graso, el azúcar descompensada y es producto de esto, pero las instituciones no nos dan la atención adecuada, solo se lavan las manos y dicen que estos problemas no tienen que ver con el caso, cuando hasta cáncer han llegado a presentar personas por todo el estrés y el sufrimiento que se vive”, platica triste y con cierto grado de decepción en su rostro Óscar Sánchez Viesca, padre de Fanny.
Él a diferencia de su esposa, tiene un carácter explosivo y la paciencia o diplomacia no es su fuerte. La indiferencia o incompetencia de las autoridades, la indolencia y falta de empatía de la sociedad y muchos otros factores lo hacen sentir un profundo coraje.
Todo lo perdieron. Tuvieron que vender casa, carros, joyas. Desde hace 19 años tienen que pagar renta en la vivienda que habitan, no tienen nada propio porque todo se tuvo que perder para obtener recursos que les permitieran realizar su búsqueda de manera personal.
“¿Cuál vida podemos tener?, no es vida, yo dejé de jugar fútbol, de convivir con los amigos, la familia se retira y es que también, la última vez que hicimos una convivencia un 15 de septiembre y se nos ocurrió subir una foto, la gente empezó a hacer comentarios muy hirientes, que si no nos importaba Fanny, que ya andábamos hasta tomándonos una cerveza, las redes sociales te hunden y hay gente muy desequilibrada que solo quiere afectar”, cuenta.
Eso es algo que ha afectado mucho también a Óscar, considera muy injusto que se les juzgue tan fuerte por lo que hacen, tanto en cuestión personal como en el caso de la desaparición y búsqueda de su hija y aunado a esto, señala que no ha recibido apoyo psicológico porque cree que en las instituciones no se hace una labor eficiente.
“Hay quienes vienen y me dicen “Te entiendo”, no, no me entienden porque ellos tienen a sus hijos y llegan casa y los abrazan, los besan y yo no, no sé dónde está o si está viva, si la están violando, prostituyendo, golpeando o si está muerta; no, nadie nos puede entender realmente, solo la gente del grupo que vive lo mismo. Y si piensan que ya pasó mucho tiempo y ya se superó, no es así, por eso me da coraje que no haya empatía; La Laguna es una sociedad muy ‘valemadrista’, indiferente y otras tantas tonterías que prefieren apoyar al Santos antes que apoyarnos en una marcha”.
Desintegran a toda una familia
Viviana Hernández Herrera hace 12 años busca a su familia. El 15 de septiembre de 2008, desaparecieron en la ciudad de Saltillo, Coahuila, su madre, el esposo de ella, su hermana y su tía, además de sus dos hermanos de 10 y 5 años de edad en ese entonces.
Su vida ha sido un calvario desde aquel día que recibió el aviso de que en dos vehículos diferentes se habían llevado a su familia, y desde entonces no han cesado la búsqueda. Hace poco tiempo se enteraron que su hermana había sido asesinada.
Los niños, fueron sustraídos en un vehículo diferente y no en donde trasladaban a los padres y las otras dos mujeres; ellos cuentan cómo escuchaban a las personas que los privaron de su libertad hablar por un radio y cómo recibieron la instrucción de regresarlos a su casa y así fue, los dejaron ahí, sin sus padres ni sus tías, desamparados a su suerte.
Ellos recuerdan todo perfectamente, pero todavía están afectados por lo sucedido y buscan no recordar o no hablar sobre el tema. Ahora ese niño tiene 20 años y la pequeña 15; él ya no quiso continuar con sus estudios de preparatoria y su hermana, se levantaba frecuentemente llorando en las noches, extraña a sus padres y no recuperó totalmente su alegría desde aquel día que se quedaron solos en Saltillo.
“A nosotros nos hablaron porque yo vivía aquí (en Torreón) con mi abuelita para decirnos lo que había sucedido y nos fuimos a Saltillo por los niños; entre ella y yo nos hemos hecho cargo de ellos”, comenta.
La familia del padre no los frecuenta y tampoco se interesaron en buscarlos tras la desaparición.
“Nosotros todos estos años hemos vivido con incertidumbre de saber si están vivos o no, solo supimos por un video que fue muy circulado, que mi hermana si falleció, fue asesinada pero tampoco sabemos dónde están sus restos”.
Según Viviana, las autoridades les llegaron a decir que posiblemente su familia fue sustraída por un cártel, pero asegura no saber qué tipo de vida llevaban; tenían algún tiempo viviendo fuera de La Laguna, por lo que el caso sigue siendo un misterio.
Confía más en Dios que en las autoridades
Jovana Dibanhi tiene dos años que desapareció; nadie sabe qué pasó con ella porque ya era hasta cierto punto normal que no se comunicara por tiempos prolongados con su familia o amistades.
Y esto, debido a que presuntamente se encontraba dentro de una relación de control y manipulación con su pareja, con quien tenía 8 meses compartiendo vivienda, mismo tiempo en que la joven había cambiado desde su forma de ser hasta sus actitudes ante su madre y amigas cercanas.
María Guadalupe Pérez Ayala es su madre, quien además tiene bajo su custodia a la pequeña hija de 6 años que Dibanhi dejó. La última vez que la niña vio a su madre fue el viernes 25 de junio de 2021, cuando se fue de visita con su padre como cada fin de semana. El domingo no regresó con ella, sino con su abuelita, quien ya se encontraba pidiendo apoyo para localizarla, porque no respondía mensajes ni llamadas de su papá y nadie la había visto tras entregar a su hija.
“Yo solo pido la verdad de lo que sucedió, saber su paradero y pido su regreso. No es justo que una madre esté pasando por esto”.
Desde hace un año aproximadamente que ya se encuentra una persona detenida y vinculada a proceso por la desaparición de la joven; se trata de Cristian N, su pareja. Sin embargo, ya se han suspendido cinco audiencias porque ha presentado varios amparos y se espera una nueva para realizar otra vez la vinculación.
“Para mi no cabe duda que esta persona tuvo que ver con la desaparición de mi hija. La última vez que yo la vi fue tomada de la mano de esta persona, todo fue muy rápido, tenían un mes de conocerse y 8 meses viviendo juntos; yo fui y lo cuestioné desde un principio, pero él me dijo que se iban a casar y que la amaba, me engañó a mi también”.
Su paso por la Fiscalía ha sido un peregrinar, incluso ha sido víctima también de revictimización cuando se le dice que su hija pudo ausentarse de manera voluntaria, ya sea sola o con alguien, lo cual no cree posible porque no abandonaría a su niña, quien asegura era su mayor tesoro.
María Guadalupe ha recibido mensajes y llamadas de personas que le facilitan información sobre su hija y quien fuera su pareja; en ocasiones no son tomadas en cuenta por las autoridades; incluso hay testimonio de una mujer (vecina de la pareja), quien aseguró haber escuchado alguna vez, cómo él en ese momento la golpeaba mientras Dibanhi solo gritaba atemorizada.
Sus amigas cuentan que si había cambiado, que se mostraba ausente, pensativa y que ya no salía; tanto su familia como las amigas fueron testigos del control que ejercía sobre ella al cambiarle el chip a su celular con frecuencia, borrar contactos, revisar sus redes sociales y prohibirle frecuentar a algunas personas, por lo que se encontraba dentro de un ciclo de violencia psicológica y posiblemente, física.
“Ya ella se encontraba con temor, pero a mi no me lo decía, estaba ya muy controlaba, le cuestionaba mucho el celular, ya no salía, no la dejaba tener redes sociales, pero no pude hacer nada y hoy mi hija no está”.
No ha descansado en estos dos años, pero comenzó a tener ataques de ansiedad, a sufrir de insomnio y perdió su empleo. Su nieta sigue preguntando por su madre, ella no sabe que está desaparecida, solo cree que se fue a buscar trabajo, pero ya comienza a sospechar; añora volver a los brazos de su madre y no saben cómo explicarle que quizá no volverá.
“Ella se refugia en nosotros, ella me dijo que si me podía decir mamá, yo creo que extraña eso; sí la siento triste en ocasiones y a veces me dice que vayamos a buscarla en la casa donde vivían porque también tiene la esperanza de que va a regresar”.
La hermana de Jovana Dibanhi, está asistiendo a terapia, tenía 10 años al momento de la desaparición y ha bajado mucho su rendimiento escolar, está distraída, ausente y han notado un cambio muy fuerte porque no puede superar la ausencia de su hermana y la preocupación de qué pasó con ella.
“Yo no pierdo la fe y le pido mucho a Dios que me haga un milagro para que un día la pueda encontrar y que siga viva. Confío más en Dios y en que me haga ese milagro, que en lo que puedan hacer las autoridades”.
No es solo buscar, sino arropar y dar una esperanza
El Grupo Víctima por sus Derechos en Acción (Vida) ha sido de mucho beneficio para las familias víctimas de desaparición forzada; brindan el apoyo necesario no sólo para realizar la búsqueda de quienes fueron arrancados de su seno familiar, sino que además es un lugar donde realmente pueden identificarse y ser comprendidos en su dolor y proceso.
“Los eventos especiales como el Día de la Madre, Navidad o Día del Niño, realizamos eventos especiales dentro del grupo y es ahí donde sí se les puede ver reír, donde se desenvuelven, se sienten queridos, apoyados, comprendidos y se ve cómo vuelven a sentir emoción y son estas cosas las que le hacen falta a estas personas para poder sobrevivir”, dijo la vocera del Grupo Vida, Silvia Ortiz.
Para las diferentes actividades cuentan con el apoyo de varios donadores que aportan económicamente o en especie.
“Pero créeme que es muy difícil tratar de apoyar, estar de pie y ayudarlos a que luchen cuando nosotros estamos viviendo el mismo proceso; no es una tarea fácil, pero el mejor consejo que les puedo dar y siempre lo hago es que nunca dejes de buscar, porque si se quedan sin hacer nada se los come el pensamiento y muchos enferman por eso”.