Sabinas, Coahuila.- “Traigo mi carrito, vendo yukis -nieve- y en tiempo de frío vendo elotes”, así compartió su historia Carlos Duarte, quien tiene 52 años de edad y se retiró a tiempo de la actividad minera; dice que prefirió llevar el pan a su casa gracias a este oficio que siendo carbonero, porque es mayúsculo el riesgo de morir debajo de la tierra.
Sobre el camino empedrado que está a un costado de la entrada principal a los pozos de carbón de La Agujita, Carlos llega con su carrito de yukis. Todos los reporteros que están dando cobertura a este acontecimiento se acercan con él a consumir de lo que vende, trae en su triciclo frituras y nieve de sabores; se percibe su rostro triste y con preocupación y aunque trae lentes negros no puede evitar la pena que se vive hoy en Sabinas por un accidente más en las profundidades de la tierra.
Trabajó en Palaú en Aceros de Monclova, en la Mina 6, y hace 18 años se retiró de toda actividad minera, nos compartió su historia como minero, resumió que por fortuna nunca le ocurrió un accidente, pero hay algo que no olvida, lo que vivieron amigos de él, dice que ha perdido a muchos de ellos y se los tragó la tierra de donde llevaban el sustento a sus hogares.
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Dijo que a diferencia de lo que se hace en los pozos, donde él trabajó lo bajaban en un carrito, se trataba de otro tipo de minería, la de arrastre. “Allá te bajan en carrito, son doce personas que caben en el carrito, ahí había medidas de seguridad”.
Reflexionó sobre la triste realidad que se vive en la zona carbonífera de Coahuila donde solo hay dos alternativas laborales, dedicarse a la extracción de carbón o ser operador de una maquila.
“Esto así va continuar, toda la vida va ser así, otra vez y otra vez, en qué más trabaja la gente aquí, no hay trabajo. Yo traigo mi carrito, vendo yukis, en tiempo de frío vendo elotes, ya mejor me dedico a otro trabajo porque está bien peligroso, amigos míos he perdido también en un pocito”.
“Hace como diez años, en el ejido Sabines, hubo una explosión, todos eran del barrio, 14 (personas)”.
Reconoció que el trabajar en los pocitos es casi firmar una sentencia de muerte, “Está dura la mina, lo que es el pozo, los pocitos, nomás entran y no sabes si vas a salir. Aparte de que los patrones no son al 100 en los pozos, en la mina tienes de todo, aquí nada”.
Aunque es más difícil mantenerse como vendedor, sabe que no es nada comparado el ganarse un peso con la venta de sus yukis y elotes que el recoger carbón o correr el riesgo de morir en una explosión de gas o intoxicarse en el vientre de la tierra.
“No me he arrepentido, gracias a Dios tengo mi trabajo, ya con esto me voy a quedar, gracias a Dios sí sale, con esto estoy sobreviviendo, ya tengo 18 años, va pa’ veinte años”, externó.
Sobre lo que está ocurriendo con los diez trabajadores del carbón sostuvo que tendría que ser un verdadero milagro para que sobrevivan. “No creo, sería un milagro que estuvieran vivos, esperemos que sí, que estén en una bolsa de aire”.