El chillante, desesperado y a veces ensordecedor "... ¡¡¡hay gorditas... sodas...jugo...café... tacos... enchiladas... atole y burritos...!!!", hoy, es un grito apagado para quienes alguna vez abordaron el tren de pasajeros y que tras su desaparición, sólo quedan recuerdos y nostalgia, porque si bien es cierto, la travesía significaba mucho tiempo para llegar al destino marcado, también debemos aceptar que era una gran comodidad viajar en este tipo de transporte.
Solo vestigios quedan del tren de pasajeros, el 7 y el 8 que pasaban por Gómez Palacio en su recorrido con dos rutas, "Ciudad Juárez-México" y viceversa, con 13 carros jalados por una poderosa máquina que funciona con diésel y en el cual destacaba el famoso pullman, para el traslado de los de mayor poder económico, ya que traía comedor, cómodos asientos, cocina y refrigerador y bien se podía tomar un café o una bebida fría, incluso cerveza o whisky.
Era el carro de lujo, para los pudientes, para quien podía viajar en primera clase con toda su familia, contrastando por otro lado con el populacho, el que iba en segunda, pero con la oportunidad de llevar "mandado", macetas y hasta ¡gallinas vivas!, esas que llevaban de regalo a sus familiares.
El tren de pasajeros desapareció en la Laguna de Durango un 18 de febrero de 1998, fecha en que dejó de operar Ferrocarriles Nacionales de México, dejando la concesión privada a lo que es hoy Ferromex, (Ferrocarriles Mexicanos).
Cierto, había bonanza en los 60's, sin embargo, la tecnología vino a suplir la mano de obra humana y a los viejos ferrocarrileros, que como el héroe de Nacozari, Jesús García Corona, (quien explotó con dinamita junto con la locomotora y furgones para salvar a la población de una desgracia), también entregaron su vida venciendo y partiendo el desierto tras colocar miles de kilómetros de riel y conectar ciudad con ciudad.
Hace 22 años que dejó de operar el tren de pasajeros y con él se fueron algunos empleos informales, porque principalmente los vecinos de la colonia Santa Rosa de Lima, se mantenían de las ventas de gordas de harina y de maíz, burritos, o de cocedor, refrescos, café o agua de frutas. Adultos y niños, aprovechaban los 20 minutos que duraba el tren estacionado antes de partir a México o Ciudad Juárez para vender hasta 150 gorditas de huevo con chorizo, de chicharrón y frijoles que era lo que más les gustaba a los pasajeros que principalmente procedían de la capital de la República.
Era una competencia reñida pero respetuosa y sin muchos obstáculos porque hoy en día, hay que registrarse en el departamento de Plazas y Mercados para pagar una cuota por trabajar.
A diferencia de un tren de carga, el de pasajeros no traía cabús, aunque había honrosas excepciones, porque en ocasiones había que transportar personal con su equipo de trabajo para las diligencias de todo tipo, tomando en cuenta que en la empresa había arquitectos licenciados e ingenieros.
El cabús siempre pintado de amarillo y colocado hasta el final de la fila del tren, tenía dormitorio, cocina comedor, estufa, chimenea, oficina y una cúpula, donde la persona asignada podía ir observando el recorrido y el cual traía una freno, el cual se activaba a través de una válvula de emergencia en caso de cualquier peligro.
Platicamos con dos ferrocarrileros, con José Luis García Álvarez, quien en antaño ocupó el puesto de cobrero y con Manuel Ernesto Delgado Guajardo, trabajador activo, quien es auxiliar extra en la reparación de carros.
Recordaron, que también hubo alguna vez viaje en tercera clase, que es donde pernoctaban los más pobres y en lo que toca a los empleados, éstos tenían derecho a un pase para viajar con su familia e incluso con alguna asistente encargada de cuidar a determinada persona enferma.
Y tras la partida del tren hacia su meta final, también había gritos arriba... "¡¡¡compre el Memín Pinguín.. Lágrimas y Risas... La Zorra y el Cuervo... Lorenzo y Pepita... Archie... Las Aventuras de Capulina... Kalimán... El Charrito de Oro... Tom y Jerry... !!!.
Los gritos bien afinados y agudos eran de los vendedores de la Compañía de Publicaciones, una empresa concesionada, quien además ofrecía churros, muéganos, papitas y café.
Hay quienes afirman que sí alguien quería un bebida "espirituosa" (con alcohol), lo conseguía "por debajo del agua".
Ese era el trajinar diario de quienes viajaban hasta 14 horas en este convoy para llegar desde el norte al sur, pero lo más placentero era dormir pese al ruido de algunas gallinas, destinadas al sacrificio en la reunión de familia próxima.
También hubo el tren 179 y 180 llamado el Rápido de Durango, el cual aquí nacía (en la Laguna), llegaba al mediodía y salía a Monterrey, el cual también desapareció, narraron los entrevistados.
Cada carro traía 80 asientos abatibles (se movía el respaldo para dormir).
Es cómodo viajar en este tipo de tren (sigue vigente en el sur) y más porque llegaba a comunidades aisladas, donde las diversas líneas de autobuses no podían entrar y con la diferencia que es el transporte que mayor volumen de carga o flete traslada en el planeta.
Arriba del carro, la gente bien podría caminar un buen rato para desentumirse, además de que para tiempo de frío hay calefacción.
Tras la desaparición del tren de pasajeros, hoy sólo se oye el silbido de las máquinas de carga, que pasan cada 25 minutos por Gómez Palacio, capaces de arrastrar entre dos locomotoras, hasta 14 mil toneladas, vigiladas por un maquinista, un fogonero, un ayudante de maquinista de camino y dos garroteros (auxiliar en señales cambios de vías hoy automatizadas o control remoto).
Hacen sus corridas a Piedras Negras, Ciudad Juárez, México y Veracruz.
También deben estar al tanto sobre el estado que guardan las vías, los durmientes de madera, (aunque también hay de concreto) , los clavos de vía, planchas y sapos (despachadores de vía).
Hoy ha evolucionado todo y solo recuerdos quedan entre quienes lo abordaba y quienes para ir a Ciudad Juárez, deberían estar a la 18:45 horas y a las 8 de la mañana para viajar a México, haciendo fila en la vieja estación que hoy luce desolada y sucia, pues hay gente inculta que la ha tomado como basurero.
Ahí quedaron grabados los gritos de lo antiguos vendedores de gorditas y enchiladas del merolico que vendía ungüentos y del "artista" quien en menos de 20 minutos, acompañado por su guitarra, tenía que echarse dos melodías sino... se lo llevaba el tren...
A grandes rasgos la historia de bonanza que quedó plasmada entre Vergel y Zaragoza de Gómez Palacio.