Javier Gámez, el sacerdote de Torreón que se prepara en Roma

Ha participado en misas con el Papa Francisco en el Vaticano

Alberto Triana | El Sol de La Laguna

  · miércoles 22 de junio de 2022

El sacerdote de la Diócesis de Torreón refuerza su formación en Roma. / cortesía | Javier Gámez

Su nombre es Javier Alberto Gámez Aguilar, tiene 40 años de edad, nació en Gómez Palacio, es sacerdote diocesano perteneciente a la Diócesis de Torreón y actualmente estudia la Licenciatura en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma, Italia.

Se ordenó sacerdote el 18 de octubre de 2011 y, los primeros siete años de ministerio, sirvió como vicario en la Parroquia de San Pedro Apóstol en San Pedro de la Colonias.

Los últimos tres años fungió como Párroco en la Parroquia de San Jerónimo en el ejido Lequietio de Francisco I. Madero.

En entrevista exclusiva para el Sol de La Laguna, dijo que ellos, como sacerdotes, tienen la oportunidad de seguirse especializándose en distintos ámbitos de su ministerio y él decidió hacerlo en Europa.

“Se puede a través del estudio académico realizando alguna licenciatura en el área teológica o pastoral. Todo esto con el objetivo de obtener una preparación adecuada para servir de una mejor manera a nuestra Iglesia Diocesana. Por ejemplo, hay algunos sacerdotes que se especializan en Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Teología Pastoral, Historia de la Iglesia, Filosofía y Teología Dogmática. Estos estudios, por lo general, se pueden realizar en distintos lugares tales como la Ciudad de México, España, Colombia o también, como en mi caso, aquí en la ciudad de Roma”.

Fue en junio del año pasado cuando el obispo de Torreón, Luis Martín Barraza Beltrán, le hizo la propuesta de ir a Roma para realizar los estudios de Licenciatura en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana.

Estudia la Licenciatura en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana. / cortesía | Javier Gámez

“Que es una de las Universidades más antiguas e importantes en esta ciudad. Este estudio lo inicié en octubre del año pasado y actualmente me encuentro terminando el primero de dos años”.

Describió su experiencia como gracia y bendición en su vida sacerdotal, y un regalo de Dios.

“Recibí la oportunidad de venir a estudiar precisamente al cumplirse 10 años de haber sido ordenado sacerdote, por lo que también ha sido un regalo de Dios y una invitación a renovar mi vocación. Debido a que todo mi ministerio lo había desempeñado en Parroquias del área rural de nuestra Diócesis, recibir esta oportunidad ha sido un cambio completo en actividades, responsabilidades, pero, sobre todo, descubro una nueva manera de vivir mi sacerdocio, ahora aprovechando la oportunidad que se me está brindando de prepararme más para servir mejor a mi Diócesis”.

Describió su experiencia como gracia y bendición en su vida sacerdotal, y un regalo de Dios. / cortesía | Javier Gámez

Comentó que, generalmente, las personas se acercan al sacerdote para ser escuchadas, tener un consejo o una guía espiritual, sin embargo, no buscan para que les ayuden a crecer en su vida de fe y, así, vivir mejor su vocación a la vida cristiana.

“La importancia del estudio que estoy realizando es que se nos brindan elementos para poder profundizar en la experiencia espiritual teniendo como modelos a los grandes santos de la historia de nuestra Iglesia, tales como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila, San Francisco de Asís, entre otros. Esta preparación tiene como objetivo el poder obtener conocimientos y herramientas para acompañar mejor a las personas en su camino para encontrar la voluntad de Dios en su vida”.

Recordó que la inquietud vocacional por la vida sacerdotal la empezó a experimentar en los años de adolescencia cuando participaba en los grupos de y en el coro de la Parroquia a donde asistía su familia, que es la Parroquia de la Inmaculada Concepción en la Colonia Ampliación Los Ángeles, en Torreón.

“Ahí recibí también la invitación a prestar mi servicio como monaguillo y eso me dio la oportunidad de estar cerca de la figura sacerdotal y descubrir una manera de servir a Dios en los demás a través del sacerdocio”.

Narró que lo más hermoso de “esta maravillosa experiencia”, es el rico intercambio cultural y de fe con sacerdotes. / cortesía | Javier Gámez

Después, por invitación de un amigo, que ahora también es sacerdote, en julio de 1996 tuvo la oportunidad de vivir el retiro vocacional llamado ´Preseminario´ que organiza el Seminario Diocesano de Torreón para ayudar a discernir si tienen inquietud por la vida sacerdotal.

“En ese retiro sentí el llamado de parte de Dios para entregarle mi vida en el servicio a los demás y, desde ese entonces, sigo buscando responderle a Dios con la misma generosidad con que Él ha puesto su mirada en mí para poder servirlo en la persona de mis hermanos”.

Sobre su formación en Italia, narró que lo más hermoso de “esta maravillosa experiencia”, es el rico intercambio cultural y de fe con sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y laicos de todas partes del mundo.

“El poder compartir la experiencia del estudio con todos ellos ha sido, sin lugar a dudas, de las vivencias más enriquecedoras a nivel personal y como sacerdote que he vivido. Poder conocer experiencias tan distintas y variadas de vivir la misma fe, y el anhelo por responderle a Dios desde la propia vocación y el llamado tan particular que cada uno hemos recibido, me ha ayudado a redimensionar mi propia experiencia de fe y a aprender las formas ilimitadas que podemos descubrir del mismo llamado a entregarle nuestra vida a Dios, sin importar el lugar donde vivamos o nuestro origen. Lo más hermoso es descubrir que lo que nos une es ese entusiasmo y alegría de consagrar nuestra vida a Dios, y que esto nos lleve a vernos todos como hermanos, compañeros del mismo camino. Como dijo un amigo sacerdote de la India: ´Más allá de las distintas culturas, regiones del mundo diversas y distintos lenguajes que podamos hablar, lo más importante es que aprendemos a comunicarnos desde el lenguaje del amor´”.

Indicó que en Roma se encuentra el Pontificio Colegio Mexicano, en donde vive un número muy significativo de sacerdotes provenientes de, prácticamente, cada región de México, propiciando un verdadero encuentro de fraternidad sacerdotal.

En ese contexto, acotó que cuando las personas se enteran que un sacerdote fue a estudiar a Roma, generalmente piensan que todos tienen la oportunidad de conocer en persona al Papa Francisco y poderlo saludar cara a cara, pero no es tan sencillo como parece.

Y es que, existe toda una serie de protocolos que se deben seguir y, sobre todo, mucha suerte.

“En mi caso he tenido la oportunidad de participar en algunas Misas presididas por el Papa en el Vaticano y en algunas audiencias que el Santo Padre ha presidido, pero sólo he podido verlo a una corta distancia. Espero algún día poder tener la oportunidad de saludarlo en persona para expresarle también el cariño del pueblo lagunero que tanto lo quiere y ora por él. Sin embargo, la sola experiencia de estar en un evento presidido por el Papa te llena de una gran emoción y un profundo agradecimiento a Dios de poder experimentar la riqueza de nuestra fe católica que nos hace ser un solo rebaño en torno a un solo pastor”.


Lo que más extraña de su tierra es su gente, familia, Iglesia Diocesana, amistades y seres queridos.

Manifestó que estando lejos se valoran los lazos de cariño y amistad al 100 por ciento.

La comida es algo que se extraña bastante que, aunque la comida italiana es muy rica, no deja uno de extrañar el sabor de casa, la comida casera, como dicen: “el sabor de hogar”.

“A mi gente lagunera les envío un afectuoso saludo, asegurándoles mi oración por sus necesidades e intenciones. Estando aquí tenemos la oportunidad de estar cerca de los lugares más representativos para nuestra fe. Desde aquí siempre tengo presente a mi gente, mi cultura, mis raíces. Los sacerdotes que vivimos en Roma siempre tenemos muy presentes en nuestro pensamiento y en nuestra oración las necesidades del pueblo de México. La oración es la manera de sentirnos profundamente unidos a ustedes y de demostrarles el amor que les tenemos desde lo más profundo de nuestro corazón. Les pedimos que también ustedes nos apoyen con su oración para que el Señor nos conceda la gracia de salir adelante en esta misión que nos ha encomendado de seguirnos preparando para poder servir mejor a nuestras Diócesis en México”.