José, Harry y Paolo dejaron en sus familias dolor, rabia y muchos porqués que se convirtieron en un verdadero infierno después de que se quitaron la vida.
Se fueron así, sin avisar. Con su decisión se llevaron las ilusiones y expectativas de quienes los amaban.
Sin explicaciones, sin aparentes motivos, los tres, de diferentes edades y circunstancias salieron por la llamada “puerta falsa” al ahorcarse.
Después de esas decisiones radicales, los tres dejaron heridas que hasta el momento siguen sin sanar.
José, de 26 años de edad, a pesar de que sabía que era el motor de su madre Gretel, que la impulsó a “echarle ganas” después de separarse de su padre, se llevó las ilusiones de seguir viviendo. Ahora ella está sumida en una profunda depresión.
Harry, con su fallecimiento, arrasó con su esposa e hijos y el resto de la familia. No hubo razones aparentes para la decisión que tomó y sólo mediante una videollamada trató de anunciar una despedida que nunca dio. Lo que sí provocó el joven de 28 años es un severo trauma que no sanará con facilidad entre Paola, su mujer, y sus dos hijas e hijo.
A sus 17 años, Paolo se colgó en la cochera de su casa. Su familia lo buscó por horas en las calles de la zona en donde vivía, pensando que se había ido de casa después de un altercado con su papá, pero no fue así.
Estos tres casos son parte de las estadísticas de suicidio que están registrados en Coahuila.
Tan sólo en 2020 se presentaron 283 casos y un año antes se registraron 266, de acuerdo con cifras de la Fiscalía General del Estado. En lo que va de este año, al corte del 24 de mayo, suman 110 suicidios.
Pese a que el suicidio es multifactorial, expertos en salud mental determinan que hay tres señales de alerta: depresión, estrés y ansiedad, que silenciosamente carcomen el bienestar de las personas y los llevan a quitarse la vida.
Paolo, la herida que no sana
Pasaba la media noche de un lunes 18 de febrero del 2019 cuando sonó el teléfono de la esposa de Luis; era su cuñado, quien estaba desesperado porque no encontraban a Paolo, su hijo de 17 años con quien había tenido una pequeña pelea.
“La última vez que lo vi fue un jueves 14 de febrero, nos reunimos toda la familia, yo noté que se sentó apartado del comedor donde estábamos todos, pero creí que era una actitud normal, como cualquier adolescente de esa edad cuando está enojado”, expresó Luis, tío de Paolo.
Desde la tarde de ese domingo no encontraban a Paolo, Luis en plena madrugada salió de su casa, la cual se encuentra a dos cuadras de la de sus familiares. “Agarré el carro, le di un recorrido a las calles y me preguntaba yo qué haría, entonces fui a las placitas cerca de la casa, anduve casi casi a vuelta de rueda y me dieron las 3:30 de la mañana, sin encontrarlo”, relató.
Esa noche trataron de dormir, pero la angustia de no saber dónde estaba Paolo permanecía; amaneciendo el lunes, la esposa de Luis fue a casa de su hermano para ver si podían poner una denuncia por desaparición, mientras Luis iba a dejar a sus hijos en la escuela, inmediatamente dejándolos y antes de subirse al coche recibió una llamada.
Llorando y con la voz entrecortada, su esposa le dijo “fíjate que ya lo encontramos, aquí estaba en la casa… se colgó”, en ese momento pasaron muchísimas imágenes por la mente de Luis. “Te hace sentir una impotencia de por qué no lo encontré antes; por qué no lo busqué más; por qué con mis más de 40 años de experiencia no le pude decir que del problema que sea hay una solución”, expresó.
Pasando unos minutos Luis volvió al presente y se dirigió a casa de su cuñado, al llegar ya había vecinos afuera de su casa y en la parte de la cochera se encontraba Paolo en brazos de su padre, “le fallé, le fallé, me dijo mi cuñado, lo único que se me ocurrió contestarle fue que nadie nos enseña a ser papás”, contó.
Fueron unas telas con las que Paolo se colgó de una estructura que está en la cochera de su casa. “Vi a mi sobrino, me llamó la atención la silueta morada que se quedó plasmada en su cuello; traté de no quebrarme y ser fuerte, me hinqué y luego entré a la casa y vi a mi sobrina, la única hermana de Paolo que me decía ‘mi hermanito, mi hermanito’, mientras la abrazaba”, detalló Luis.
La pequeña, tres años menor que Paolo, fue quien lo encontró en la parte de la cochera de la casa, donde tienen un carrete de una cadena para subir motores, así como hules negros para que no se vea hacia dentro. “Mi sobrina movió los hules y es donde lo vio colgado”, explicó.
Su cuñada, la mamá de Paolo, estaba completamente en shock. “Ella me decía, llévatelo al hospital, para ver qué tiene, llévatelo, llévatelo”, así le repitió durante bastante tiempo, en el que Luis no sabía qué hacer o cómo actuar.
Ese lunes fue como una avalancha de nieve que sacudió a la familia. “Cuando nos entregaron el cuerpo al día siguiente, fue vivir todo el duelo, ir a la funeraria, ver todo el dolor de cómo iban los compañeros de mi sobrino, los del trabajo de mi cuñado, fue muy doloroso”, manifestó Luis.
A Luis le tocó vivir toda esa experiencia, era una familia muy unida, hacían seguido reuniones en su casa, incluso, su hijo veía a Paolo como un hermano mayor, con el que jugaba videojuegos y se la pasaba la mayor parte del tiempo.
Acudieron al colegio al que pertenecía Paolo para dar las gracias por el apoyo en su búsqueda. “Fue horrible entrar, los salones se encontraban con las puertas abiertas y todos los alumnos viéndonos con la cara de que ya sabían que algo malo había pasado”, expresó.
Paolo estaba en la edad en la que los adolescentes siempre quieren llevar la contraria, todo lo conocen y siempre tienen la razón, pero dijo Luis que la relación con su sobrino siempre fue muy divertida, bromeaba con él, pero también le pregunta por la escuela, era como si fuera su hijo.
“Sonreía poco, pero si le provocabas tú la risa sí lo hacía, su comportamiento era muy normal, siempre lo vi igual, excepto ese día, que me llamó la atención que se sentó hasta el otro extremo del comedor, pero no le di mucha importancia, dije, ahorita se le pasa”, platicó Luis.
Los dos hijos de Luis no acudieron al velorio, dos días después él habló con ellos. “Los senté y en medio de cada uno, los abracé y les platiqué que había pasado un accidente, su primo se había ido a cielo, mi hijo se quiebra, empieza a llorar y me dice que en la escuela hay un rumor de que se suicidó y pues se enteraron por otras gentes”.
Toda la familia ha querido buscar respuestas del porqué Paolo decidió terminar con su vida; sus padres tomaron la decisión de no investigar, lo único que se encontró fue un ticket con un pago de 3 mil pesos en una tienda de auto servicio el viernes antes de suicidarse y como un acto bien planeado, quitó el chip y formateó su celular para no dejar rastro.
Era obvio que no quería dejar ningún indicio de lo que vivía en su vida en ese momento, entonces fue respetable la decisión que tomaron sus padres. Los únicos que tomaron terapia psicológica fueron la madre y la hermanita de Paolo, pero es un dolor que dejará una huella inmortal en la familia.
Luis, ahora convirtió ese dolor en un aprendizaje de vida que aplicará con sus hijos, “hay que conocerlos, también a sus amigos, a la gente que los rodea, mantener una buena relación con ellos para que ante cualquier circunstancia sientan la confianza de pedir ayuda”, manifestó.
José se llevó la ilusión de vivir de su madre
El 14 de diciembre del 2020 Gretel llegó a su casa a las 11:30 de la mañana y encontró a su hijo muerto. Fue el suicidio número 97 en la Región Sureste del Estado, que cerró ese año con 100 decesos de esta índole y que en lo que va de este 2021, tan solo en la ciudad de Saltillo suman 41 decesos.
El impacto la hizo salir de la casa con fachada blanca y portón negro, que se encuentra en medio de la Avenida 20 de noviembre, en la colonia Pueblo Insurgente, en la Capital del estado.
Pidió ayuda a las vecinas, que sin entender lo que estaba pasando, entraron al domicilio y en el patio vieron el cuerpo inerte. Llamaron a las autoridades y solicitaron apoyo; intentaron consolar a Gretel y corrieron la voz de lo que había pasado.
El sol no emanaba calor suficiente para calentar durante ese mediodía, que era superado por el viento helado que soplaba con fuerza y movía la cinta de “prohibido el paso” que habían colocado elementos de la Fiscalía mientras tomaban conocimiento de la muerte de José, el joven de 26 años que ese día decidió acabar con su vida.
Su madre quedó devastada, en estado de shock. Sus vecinas le acercaron una silla de plástico, sucia y vieja, como la calle en donde ocurrió la tragedia; se sentó para observar cómo autoridades entraban y salían de su casa, en donde creció y murió su hijo.
Mientras secaba sus lágrimas, con un pedazo de papel al que se aferraba con fuerza con su mano derecha, una de sus vecinas colocó en su mano izquierda un vaso impreso con personajes de una película animada: Madagascar. Le sirvieron café para intentar tranquilizarla y mitigar el frío invernal.
Los dibujos de los animales de ese vaso sonreían, ella no. Su rostro tenía impregnado un gesto de tristeza: sus labios sostenían una sonrisa invertida; sus ojos, rasgados, estaban rojos y cristalinos por el llanto. No entendía lo que estaba pasando, desvariaba.
Teresita Barrientos, la encargada del Departamento de Psicología del DIF Saltillo, comentó que una muerte por suicidio es bastante caótica para los familiares, ya que no se les da una explicación y no entienden por qué se quitan la vida. El suicidio se considera una muerte de alto impacto.
Explicó que el suicidio es el acto de quitarse la vida a voluntad y que, de acuerdo con un estudio que se realizó por el Departamento de Psicología del DIF Saltillo durante el 2020, el 90 por ciento de las muertes fueron de hombres.
Gretel no sabía nada de esto, seguía sin entender lo que pasaba, solo observaba, atenta, lo que hacían las autoridades. Para ellos, los fiscales y peritos, es sólo un cuerpo más, para ella fue su razón para seguir cuando los dejó su esposo.
Al pasar hora y media, minutos después de que el reloj marcó la 1 de la tarde, una carrosa fúnebre atravesó el área delimitada por las autoridades; Gretel sostuvo la respiración por un momento y nuevamente las lágrimas corrieron por su rostro.
La carrosa se estacionó de revesa, el conductor bajó y abrió la puerta de atrás; sacó una camilla azul, de un tono similar al del vaso de Madagascar, al que ahora la madre de José se aferraba mientras veía cómo también un oficial de la Ministerial entraba a la casa con una bolsa negra.
El silencio se adueñó por un momento de la calle, todos voltearon a la casa en espera del acto final, que luego de un par de minutos, ocurrió. Sacaron el cuerpo de José, dentro de la bolsa negra, recostado en la camilla que fue ingresada a la carrosa por un el agente ministerial y por el conductor de la misma.
En ese momento el silencio se interrumpió nuevamente por el llanto de Gretel. Las vecinas reaccionaron y, aún sin saber cómo mitigar el dolo, rellenaron el vaso de nuevo con café, mientras que la carrosa arrancaba para llevar el cuerpo al SEMEFO, en donde, por ley, le realizaron la necropsia, como parte del protocolo ante una muerte violenta.
Harry devastó a su familia
Harry hizo una video llamada a Paola, su esposa. Ella respondió, pero no vio más que el techo de su casa y colgó. Luego de unos minutos, inquieta por lo que pasó, salió de la vivienda de Oneida, su madre, y caminó rumbo a su domicilio en donde vivía con Harry y sus hijos. Rompió el silencio al abrir la puerta principal, entró y atravesó la sala, rumbo al patio, pero algo la hizo voltear al baño y ahí lo vio, suspendido, sin vida, un domingo de febrero.
Antes de poner fin a su vida Harry, quien en realidad se llamaba Heriberto, pero debido a su parecido con el personaje de una película infantil lo llamaban así, salió de casa de su suegra, en la calle 22, llegó con su madre, que vive en la misma calle, y le dijo que la quería mucho. Luego se fue a la casa, una de color verde, con puerta negra y ventanas grandes, en la calle 11, donde rentaba con su esposa e hijos.
Esa fue la última vez que escucharon su voz, la última que lo vieron con vida, según cuenta Oneida, la suegra de Harry, a quien recuerda como un hombre trabajador y atento, que sin pensarlo ayudaba.
Cuando Paola lo encontró, intentó levantarlo, lo tomó de las piernas y lo impulsaba hacia arriba, pero no pudo, por lo que salió corriendo. Llegó desesperada a pedir ayuda a casa de su madre. “Ayúdenos, es que Harry, se colgó...”.
Todos corrieron y llegaron a donde estaba Harry, lo bajaron, intentaron reanimarlo, pero nada funcionó. Solicitaron ayuda, esta llegó, pero sólo para darles el pésame, pues los paramédicos de Bomberos sólo confirmaron lo evidente: Harry se había quitado la vida, convirtiéndose en el suicidio 17 en la Región Sureste, durante este 2021.
Harry, cuando visitó a su madre, pidió que le dieran dinero a Chago, su hijo, porque una vecina de la colonia Guerrero, madre de un amigo de su hijo, los iba a llevar al cine. Se lo pidió a su madre, quien, sin saberlo, realizó su última voluntad.
Una de las cosas que dejó pendientes fue pintar el cuarto de sus hijas, que estaba de azul rey, y que para ellas estaba muy oscuro, por lo que compró un bote de pintura blanca que jamás uso.
“Bien trabajador, bien atento, bien caballeroso. Era de los hombres de antes, todos los días le llegaba a mi hija con flores, con un dulce, con un detalle; no era un muchacho de problemas”, recuerda Oneida.
Al no tener un recuerdo malo, no saben por qué se quitó la vida. Para su familia no hay un motivo, porque él trabajaba, porque jamás hizo un comentario que dejara entrever sus intenciones, que diera una señal de alerta para poder prevenir la tragedia.
La psicóloga Teresita Barrientos explicó que una persona, antes de cometer el acto suicida, da ciertas señales de alerta e indicios graves que dan muestra de que alguien quiere quitarse la vida, como el estrés, ansiedad o depresión.
Estos, generalmente se presentan con cambios de humor, asilamiento social, irritabilidad, pérdida de intereses en gusto personales, los cuales, al no tratarse, podrían llevar al suicidio.
Paola dijo a su madre: “Si yo hubiera estado más fuerte, hubiera podido salvarlo”. La muerte de su esposo la dejó devastada.
Por eso Oneida se la llevó a su casa, para que no conviviera con el amargo recuerdo de encontrar a Harry colgado.
Pese a que han pasado semanas no ha podido recuperase del todo, ni sus hijos, ni los padres de Harry, siguen con el trauma que les deja una muerte por suicidio.
No han recibido ayuda psicológica, a pesar de lo que dice el departamento de Psicología del DIF, que luego de una muerte por suicidio se les da un acompañamiento y terapia a los deudos para ayudar a superar la pérdida.
A ellos nadie los ha visitado, nadie se ha acercado, ni autoridades, ni terapeutas, ni psicólogos. Siguen solos, con su dolor, intentando salir adelante un día a la vez.
El duelo de un suicidio ¿Cómo superarlo?
Cuando una persona toma la decisión de quitarse la vida, lo hará contigo, sin ti o a pesar de ti y sobre todo lo que digan los demás. Tras un suicidio se queda el duelo neurótico para toda la familia y con el “hubiera hecho algo más”.
Judith Varela Ríos, vicepresidenta de la Red Mundial de Suicidología, explicó que el duelo de un suicidio es bastante complicado, ya que desde el momento en que la muerte es inesperada, cuando no se deja un aviso, la familia se queda con miles de preguntas y sin ninguna respuesta pero, sobre todo, con la culpa.
“¿Por qué no hice aquella vez eso que me pidió? ¿Por qué no llegué a tiempo, una hora antes de que se quitara la vida? La familia puede llegar a culparse por lo que no pudieron hacer, pero es muy importante que sepan que la persona que decide quitarse la vida, precisamente como dice la palabra, es una decisión que las personas toman”, explicó Varela Ríos.
La especialista en tanatología y suicidología detalló que para superar el duelo se debe hacer un trabajo de postvención o también conocido como sobrevivientes del suicidio, para esto es muy importante que cuando se dé un suicidio con la familia se atienda a todos los miembros, inclusive, a los amigos, compañeros de trabajo o maestros.
Dependiendo del tipo de muerte se establece el método que se aplicará para superar el duelo.
En el caso del suicidio está catalogado como “muerte violenta”, entonces el proceso será diferente, se debe hacer un tratamiento multidisciplinario, explicó que se deben incluir un suicidólogo y un médico psiquiatra.
Después del suicidio en la familia los miembros pueden desarrollar diferentes trastornos de la personalidad, como el depresivo mayor, ansiedad generalizada y estrés postraumático.
“Se van a ir desencadenando algunos diagnósticos que tengan que ver con alteración de la conducta”, resaltó.
Este tipo de duelos se relación mucho con el que vive la familia de desaparecidos, pues en ambos casos quedan interrogantes. En la primera, el no saber por qué se quitó la vida y en la segunda, de no saber si está vivo o muerto, ya que no tienen un cuerpo, “puede que sí sepamos la respuesta, puede que no”.
Para superar el duelo lo ideal es acudir inmediatamente a un suicidólogo que tenga las herramientas, que sea experto y la experiencia de cómo tratar a la familia después de que se dio el suicidio.
Relató que hay ocasiones que dentro del mismo duelo, la mamá, el papá o hermanos intentan suicidarse, ya que no se atienden psicológicamente a tiempo. “Tenemos que determinar si la persona después de que pierde a un ser querido a causa de suicidio llega a desarrollar la fantasía de muerte”.
DATO EXTRA:
EXISTEN TRES TIPOS DE SUICIDIO:
-Patológicos
-Impulsivos
-Neurótico
Una voz al otro lado del teléfono evitó su muerte: Astrid, de 24 años, recurrió a las líneas anti suicidio en el momento en que había decidido quitarse la vida
Hace dos meses que Astrid no tenía una crisis, todo parecía estar bien durante todo ese tiempo, hasta que una pelea con su madre vino a crear un enredo de pensamientos y un dolor emocional, que se podría comparar a lo que sienten las personas con quemaduras de segundo grado.
Primero comenzó a morderse los antebrazos, el sentir dolor físico hacia que lo emocional disminuyera, pero no fue suficiente, la frustración, ira, rabia y tristeza aumentaban, quería terminar ya, no solo apagar la mente, quería apagar su vida.
Al no ser suficiente el dolor provocado por las mordidas, por su mente estaba ir por un cuchillo, un exacto o destruir un rastrillo para usar las navajas y terminar con el dolor. La última vez que tuvo una crisis se tranquilizó viendo la sangre, pero ahora antes de intentarlo un pensamiento fugaz pasó por su mente: “¡Pide ayuda!”.
Lo primero que hizo fue marcar a su psicólogo, pero era un sábado a las ocho de la noche y no contestó.
Astrid va a terapia desde hace tres años y con el psiquiatra mantiene tratamiento farmacológico para controlar su ansiedad y depresión desde hace nueve meses. Trastorno Límite de la Personalidad es lo que tiene diagnosticado.
El dolor la seguía persiguiendo, quería terminar con su vida, pero ella sabía que con ayuda todo podría tener una solución; después de que el psicólogo no le contestó decidió buscar ayuda por internet, en el buscador tecleó “líneas anti suicidio México”, la primera llamada la hizo a las ocho con seis minutos, nadie contestó, luego a las ocho con siete minutos marcó otro número, después otro a las ocho con 10 minutos, y nadie estaba en la línea.
Fue hasta la quinta llamada que la Línea de Ayuda Origen contestó: “Hola, buenas noches, en que puedo ayudarte” dijo un hombre. “Me asusté por un momento, no sabía qué contestar, yo misma me estaba juzgando por lo que quería hacer, pero no colgué”. Astrid tomó un respiro y entre sollozos respondió: “Hola, siento mucha ansiedad, me he mordido los brazos y quiero terminar con todo esto; no sé qué hacer”.
“¿Es la primera vez que te comunicas con nosotros?”, la cuestionaron. Claro que era la primera vez que recurría a este tipo de ayuda, ella quería terminar con el dolor emocional, no con su vida.
Durante la llamada, Astrid platicó sobre los trastornos mentales que padece y el tratamiento que actualmente está llevando, el psicólogo que atendió su llamada le recordó que el Trastorno Límite de la Personalidad es algo que la acompañará por el resto de su vida, las crisis serán normales, lo indispensable es que cuente con un plan para saber cómo controlarlo.
“Me hizo contarle lo que me aquejaba en ese momento y la situación que me llevó a quererme quitar la vida en ese momento, además le conté lo que hice durante el día: Fui al gimnasio, desayuné con mi familia y me dormí, tres cosas que para mí fueron productivas, y llegamos a la conclusión de que solo una cosa me había lastimado”, manifestó Astrid.
Su ansiedad y depresión le hicieron que en ese momento se sintiera frustrada y la necesidad de quitarse la vida, “después creamos un plan de 5 pasos para enfrentar las crisis. 1.- Alejarme de la situación del problema. 2.- Pedir ayuda. 3.- Analizar lo que me provocó estar mal. 4.- Buscar una solución y actuar. 5.- Recordar que las crisis son normales con mi trastorno”.
“No sé quién era, no me dijo su nombre, pero me salvó la vida, las líneas anti suicidio te salvan, te ayudan cuando entras en crisis, invito a quienes no saben con quien hablar a que marquen al 800 015 16 17, Línea de Ayuda Origen, brindan asesoría psicológica, legal y médica gratuita de lunes a domingo de 8 de la mañana a 10 de la noche”, puntualizó la joven.
Para solicitar ayuda ante cualquier crisis emocional puedes comunicarte al 911, ahí te ayudarán y canalizarán para que recibas algún tratamiento en caso de ser necesario, en México existen otras líneas que también son gratuitas: Atención en crisis y contención psicológica: 800 221 31 09 y Línea de emergencia psicológica: 800 227 4747.