En este mes se conmemoran 34 años de aquella falta madrugada del 26 de abril en donde la central nuclear de Chernóbil sufrió una fuerte explosión por descuido del personal de seguridad al intentar realizar una prueba, lo que causó grandes daños tanto en la zona como a nivel continental y provocó miles de muertes.
Ahora la zona se enfrenta a una nueva amenaza pues desde el pasado 6 de abril desató un fuerte incendio que autoridades ucranianas no han podido controlar del todo y peligrosamente se acerca a poco más de dos kilómetros de los depósitos Pidlisny, donde se guardan los residuos más radiactivos de toda la zona de Chernóbil.
Según recoge el portal RT, la entidad estatal encargada de la zona señaló que “estos incendios son importantes porque durante la combustión se liberan al aire atmosférico radionucleidos artificiales […] que permanecían fijados en la vegetación y en la capa superficial del suelo, y son transportados a distancias considerables”.
Cuando se hicieron mediciones en el epicentro del incendio el pasado 6 de abril, registraron una radiactividad 16 veces más alta de lo normal. En aquella ocasión, el jefe del servicio de inspección ecológica de Ucrania, Egor Firsov, publicó una foto en las redes sociales en la que se observa un contador Geiger –medidor de radiación- que arroja una lectura de 2.3 microsievert por hora, cuando la cantidad normal en esa área era de 0.14.
Ante esto las autoridades ucranianas trabajan a marchas forzadas para detener el paso del voraz incendio hacia estos residuos tóxicos e igualmente informaron que la semana pasada detuvieron a un hombre como principal sospechoso de haber provocado este incendio.
Después de la explosión en un reactor nuclear de la planta de Chernobyl, ocurrida en abril de 1986, las altas dosis de radiación hicieron que la mayoría de los árboles (en su mayoría pinos de diferentes edades) murieran, el resto se volvió rojo parduzco, por lo que ahora el bosque se llama el “bosque rojo”.