Torreón, Coahuila.- En diciembre de 2012, se reportó la desaparición de la joven Érika Victoria Prone Ceniceros y sus familiares y amigos iniciaron una intensa campa de búsqueda.
Tenía 22 años de edad cuando fue vista por última vez y, de acuerdo a las investigaciones y testimonios, se habría ido a vivir a casa de una amiga en la colonia Ampliación La Rosita.
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Estando ahí, mantenía frecuente comunicación con su madre, hermanas e hijas.
Sin embargo, de manera repentina, dejó de contactarse.
En su ficha de búsqueda, fue descrita con 1.66 metros de estatura, 46 kilogramos de peso y, como seña particular, tenía un tatuaje en la espalda de un hada sentada en una luna.
En calidad de no localizada permaneció durante cinco años, hasta que en mayo del 2018 unos albañiles que hacían trabajos de remodelación en una vivienda encontraron un cuerpo enterrado en el patio.
Estaba envuelto en bolsas de plástico, bajo una plancha de asfalto.
Era el mismo domicilio al que Érika se habría mudado, ubicado en la calle Paseo del Ciclón número 531.
Tras dos meses de análisis y pruebas periciales, la Fiscalía de Coahuila determinó que sí se trataba de la joven que había desaparecido en el año 2012.
Para ello, las autoridades tuvieron que realizar pruebas de ADN a los familiares.
La necropsia de ley arrojó que no presentó signos de violencia.
Se reveló, de manera extraoficial, que la causa fue una sobredosis.
El 18 de julio del 2018 su cuerpo fue entregado a sus familiares.
Érika, quien también era conocida como “la güera” o “la madrina”, y dejó a dos hijas.
Hasta la fecha, no hay personas detenidas por su fallecimiento.